Blogoteca 20 Minutos

domingo, 7 de febrero de 2010

Tableta de Chocolate.

La Iniciativa Dharma.
Este año pasado quise darle una sorpresa a una novieta que me eché porque hacía un mes que estábamos saliendo juntos. La Yoli estaba muy, pero que muy buena, y además me hacía virguerías sexuales, sabes. Hay que joderse que guarrilla era la Yoli madre mía de mi vida. Pero ojo, guarrilla pero muy limpia, eh: solo hacía el amor conmigo, o al menos eso es lo que me decía porque luego resultó que el único que no se la había pasado por la piedra en el barrio fue el hijo de la Antonia, el Luisín, que tiene más pluma que la reina del carnaval de Gran Canaria (donde los plátanos, tú me entiendes). El pobrecico lo veías venir por la acera y parecía que estuviera bajando las escaleras del Moulin Rouge. Los garbanzos del cocido atados con hilo, sabes lo que te digo, no. Bueno. Pues como yo solo vivía hipnotizado por los tangas de la Yoli, pues no me enteraba de nada. Conmigo siempre es así. Me enamoro y pierdo los sentíos (así luego me pasa lo que me pasa).
Total, que yo quise "mejorar" mi aspecto para que ella pudiera vacilar delante de sus amigas. Ponerme así un poquillo metrosexual para que pudiera encandilarse conmigo, tú sabes lo que te hablo. Así que aprovechando que la Yoli se iba un mes a su pueblo cogí y llamé al Cascas.
- Pedrito, hola, que soy el Chumoski. Oye una cosa...: que me quiero apuntar al gimnasio.

El Mediador.
Pedrito el Cascas es panadero y lo llamamos así porque tiene el récord absoluto del barrio de hacerse manolinas en su juventud. Tiene unas espaldas como la mesa de un banquete de bodas para 48 personas lo menos. Un cuello donde se agarran los chiquillos en la piscina municipal de Santa Coloma, todo lleno de venas; un tronco de esos donde te sientas a descansar a la sombrica en el bosque. El tío parece Hulk con migraña. Y es que desde chico siempre le han gustado todas estas cosas, sabes. El ya decía de chavalín, de cuando vió la peli de Conan, con el Chuache, que él quería ser como Conan. Y así está el gachón, que te mete un galleto y te pone las orejas como dos sombrillas de playa de la Coca-Cola, sabes. Pero bueno, que a cada uno lo suyo, tú me entiendes y respetos para todos.
No veas el Pedrito si lo flipa el tío. Más sano que todas las cosas, que ni fuma ni bebe ni nada de nada, eh. Se cuida al máximo, se paga sus putillas de vez en cuando y no se mete con nadie. Un tío guay. Buena gente.
Así que me dijo: "tú llévate la bolsa de deporte con tu toalla y tus cosas para el aseo", que yo, por cierto, le dije que si pasaba algo si me llevaba mi toalla del Barça y él me dijo que no había ningún problema, sabes.
"Tu ropa de deporte, tu toalla y tu gel de baño y tus cosas y allí nos vemos en la puerta el Lunes, Chumoski".
Pues vale, nen.

El Gimnasio.
El gimnasio se llama DYR y es un sitio bastante pijillo que está en la calle Castillejos de Barcelona. El Pedrito me presentó a un pavo que parecía el primo del primo de Zumosol, vale, y entonces me dijo que ese iba a ser mi monitor personal. "Hola, buenas tardes, hola, qué tal está usted". Me preguntó qué era lo que quería mejorar de mi cuerpo y yo le dije que pasaba tres pueblos de ponerme como el Cascas, que lo que yo quería era más bien un rollo Bruce Lee, sabes, así como tirando a sequillo pero fibrado al mismo tiempo, tú me entiendes. Como Bruce con sus nunchaku cuando se ponía a repartir galletas Marbú Dorada a cascoporro, y que era para que mi novia la Yoli se le resbalara el tanga cuando me viera. Vale, vale, muy bien, de acuerdo. Así que el Pedrito se fue a dar sus clases y el monitor este me dice que lo siga a una Sala de Máquinas.

- Disculpa, chavalote, ¿aquí se puede fumar?
- No, aquí no, lo siento.
- Bueno, no pasa nada, lo dejamos para luego si eso, nen.
- No, perdona, pero es que no se puede fumar en todo el recinto.
- Ah, vale, vale - empezamos bien.

Toma de contacto.
Ahora empieza la Dimensión Desconocida. Entro detrás del muchacho este a la Sala esa con mis bermudas Nike, mis bambas Nike y mi camiseta favorita con la foto de Camarón, con las mangas recortadas, sabes, para sudar menos y tal. Y lo primero que escucho nada más entrar es un gemido de esos como cuando alguien tiene unas descomposicones muy grandes de esas víricas, sabes lo que te digo, ¿no?. Y cojo, miro para mi derecha asustado y veo a King Kong de Peter Jackson levantando, así a ojo te lo digo, unos 4.675 kilos lo menos de pesas. Daba miedo verlo, nen. Un monstruo. Un monstruo de grande y, cuidado, de feo también. Negro como el tizón y calvo como Yul Briner. Y espérate, que miro para mi izquierda y veo al hermano gemelo pero en blanco. Unos brazos, nen..., como los del Pedrito pero además como si los hubieran inflado en la gasolinera. Eran armarios roperos de 8 puertas mirándose al espejo mientras hacían sus ejercicios. Si quisieran podrían partir leña apretando sus ojetes de acero. Por si fuera poco dentro de la sala hacía una peste a choto que tiraba para atrás. Hostia, nen, qué peste a zorrera había allí dentro, vale. Qué bicharracos!!! Menudos aparatos deben gastar los gorriones estos, sabes. Y la Sala de Máquinas, pues bueno, llena de eso, de máquinas muy extrañas con pinta de tortura sofisticada rollo SAW. Yo me piro de aquí. Que Dios os bendiga y ya si eso nos vemos el próximo día.

- Oye, chavalote, que mira una cosa que iba a decir..., que ahora vengo, que me he dejado los calentadores en la taquilla.
- Vale, aquí te espero.

Jamonas.
Diez minutos después de haber entrado en la Casa de los Horrores con Olor a Chotuno ya había salido para fuera camino del lavabo preparando el tabaco, escondido en la gomilla de las bermudas, para liarme un canutillo rápido. No había ni un ventanuco para que se fuera el olor. Me salgo del lavabo y me cruzo con dos pibones con el body ese para la gimnasia metido por la raja del culo, tú sabes lo que te estoy diciendo, no. Me voy detrás de ellas con el nabo un poco morcillón a ver si puedo pillar cacho, vale, y me meten las colegas en otra sala, esta llena de bicicletas. Me subo a una de las bicis. Con el colocón. Entra una profesora jamona también con la raja del culo como un abismo insondable. Me pone una canción de esas de "CHUMBA-CHUMBA-CHUMBA-CHUMBA-CHUMBA-CHUMBA..." a toda hostia y hala, "venga vamos a darle caña que hoy os veo muy vagos". "Hostie, NO-ME-JO-DAS". Y oye, que sí, que qué buenas están las tías estas, eh, pero que yo ya estoy que reviento. Y "CHUMBA-CHUMBA-CHUMBA-CHUMBA-CHUMBA". "Y vamos, y vamos, y vamos... Venga, chicos!!!"

- Mecagonelcopónyá!!! - dije. Se paró la clase. Todo el mundo mirándome - ¿Pero es que no teneis nada más decente para poner de música, coño?.
- Perdone, ¿cómo dice? - me dice la profesora jamona.
- Coño, pon algo más alegre, joder. Algo de Rumba 3 o de El Barrio, yo qué sé... Unas rumbitas guapas, ¿no?.
- No tenemos nada de eso, caballero - me dice la profa con el potorro todo marcado como una hamburguesa del Burri Kin. Se me iban los ojos cosa mala.
- Bueno, pues ya está, no pasa nada, no sus preocupeis. Ya si eso me voy a tomarme una cervecita al restaurán - y me salí de la clase dejando allí aquellas diosas con sus pechos y sus panderos bailando sobre las bicis. A esas alturas ya iba totalmente emberracao debajo de las bermudas Nike y eso era evidente a tres kilómetros lo menos. Madre mía, "¿pero dónde vas a así, muchacho?". Así que me metí las manos en los bolsillos para disimular un poco la trempera y cogí otra vez caminito del lavabo para solucionar el asunto.

Salgo del lavabo listo de papeles y me voy para la piscina para bajar la calentura del todo. Pero cuando llego en seguida me echo para atrás cuando veo un montón de abuelas metidas dentro  haciendo cosas con los brazos. Paso de meterme ahí. Paso porque sé lo que hacen las abuelillas dentro del agua, nen. Que no, que no, que no me meto. No porque yo sé que se les afloja la vejiga muy fácilmente, sabes, y como que va a ser que no, oye. Mira, que me subo para arriba a tomarme unas cervecitas y después una duchita y para casa. Por hoy es suficiente y todavía tengo el asunto tontorrón con tanta carne prieta junta que esto no lo he visto yo más que en los vídeos de la MTV.

Avituallamiento.
- Eh, campeón. Mira, hazme el favor, ponme una San Miguel que esté escarchadita, anda, que estoy seco con la calor que teneis aquí dentro.
- Disculpe, caballero, pero no tenemos San Miguel.
- No pasa nada, ponte una Mahou y ya está.
Ni San Miguel, ni Mahou, ni Heineken, ni Cruzcampo...
- Bueno, pues ponte una Estrella con unos berberechos que me teneis contento, sabes.
- Tenemos la 0'0, señor.
Nada, que no servían alcohol, oye. Un pavo que tenía por cejas dos líneas pintadas con rotulador de punta fina, una mirada muy penetrante y unas hechuras de flojo que te cagas. Que si quería un zumo supervitaminado o una bebida con minerales pues eso. Total, que le dije si me veía a mí cara de Superratón, tu sabes lo que te digo, no. Se rió un poquillo y me dijo que le gustaba mi camiseta de Camarón con las mangas recortadas. Mal asunto, Chumoski. Le di las gracias bajando de la banqueta y sin más preámbulos ni explicaciones me fui caminito para las duchas con la boca más seca que la suela de las botas de Gian Maria Volonté (alias El Indio) en La Muerte Tenía un Precio. Mecagoen...

Medidas para el aseo y la higiene personal.
Las duchas eran una mezcla de desfile de John Galliano con otro tanto de certámen de Míster Universo. Todos por los pasillos de las taquillas en pelota picada marcando pectorales y unos aires de "buá, nen, mira que estoy bueno, eh!!", sabes. Doscientos Conan The Barbarian. Eso sí..., con unas pichurrinas que parecían bellotas de esas que comen los cochinos en tierras extremeñas. Hostia, qué flipe. Todos depilados de arriba abajo (NI UN PELO!!!) con sus bellotillas ahí puestas y sus toallas en la mano o en el hombro. No es que yo sea heterogay de esos, vale, ni mucho menos, pero fue una cosa curiosa que no dejó de llamarme la atención. Hay que darse cuenta de que era mi primera vez en un gimnasio de marca y que estaba en el SANTUARIO de dicho gimnasio, justo donde se guardan los secretos más importantes de la humanidad.
Había uno que parecía tener algo decente entre las piernas, pero el resto... había que fijarse tres veces para ver algo ahí, tú me entiendes.

En fín, que me bebí dos litros de agua del grifo con la sed que tenía y cuando me dispongo a quitarme la ropa en mi taquilla, con la sonrisilla en la boca por el espectáculo, cojo y veo que entra por el pasillo el King Kong. El pedazo de monstruo negro y calvo que seguramente desayuna niños, mea Súper sin plomo y caga pelotas de cemento de esas que ponen en la acera para que no aparquen los coches. Ay, vírgen santa. Por favor, por favor, que no se me ponga cerca, que este tío hace cara de venir cabreao.

Su taquilla era justo la contigua a la mía.

Me cohibía cosa mala. Así que como no quería que el Hulk negro me viera como mi madre me trajo al mundo empecé a remolonear a la hora de quitarme la ropa sin que se diera cuenta. Pero una curiosidad muy grande me entró en ese momento. Pensé en la Rosario. Hay que hacerle una foto a la longaniza de 5 kilos que tiene que tener el negro. De estranquis. Sin que se dé cuenta, nen.  Y luego se la envío por el móvil. Seguro que la mujer me lo agradece.

Cogió King Kong y se puso la toalla atada al cuerpo, que hay que decir que la toalla era tamaño familiar, sabes. Ahí se tumba una família entera en la playa y se puede envolver perfectamente como un canelón gratinado. Y se fue para las duchas. Y yo también, detrás de él; con mi toalla del Barça (producto oficial), mi gel que me había comprado en el Carrefour, mis chanclas Quicksilver y mis gallumbos Calvin Klein puestos comprados para la ocasión (por si las moscas). Parecía Benicio del Toro. Pero no haciendo de Ché Guevara (que también), si no de hombre-lobo. Todo el mundo sin un puto pelo y yo que tengo mi matorral en el pecho y en las piernas como los hombres, tú sabes lo que te digo, caminando con mucho arte hacia las duchas y metiendo los dedos de los pieses para adentro de las chanclas porque me había olvidado cortarme las uñas. Parecían garras. A conjunto con mi pelambre, mira. Full Equip. Joder, qué vergüenza Chumoski, dónde vas con esas uñas del demonio, nen. Total, que cojo y me meto en la ducha libre de al lado del Hulk negro. Llevaba el móvil escondido en la toalla. A ver si le puedo sacar una foto y luego nos descojonamos la Rosario y yo.

Duchas.
Me asomé un poquillo levantando la cabeza con disimulo, corriendo un riesgo muy grande en caso de ser descubierto. Sin duda alguna mi vida estaba en juego. En esas circunstancias: o eso (mi vida), o mi ojete.
Misión de altísimo riesgo. Por eso me acordé de los seres queridos y les mandé un SMS a los colegas y también a la Rosariyo. "Amigos, k sepais k os kiero mogollón. Josemari, me debes 50 leuros".

Aquello no era un morcillón de Burgos. Ni tampoco una longaniza. Ni un butifarrón negro. Ni un chorizo extra Revilla Imperial. El negro se estaba lavando en ese mismo momento sus partes y todos sabeis que con el sobeteo pues bueno, el asunto se te pone un poco cariñoso, ¿no?, bueno, pues aquello no llegaba ni a Tigretón, el pastelito de Bimbo. Hostia, nen, no me lo puedo creer... ¿pero dónde va el monstruo este con esa pichurrina? ¿Pero cómo es posible?. Ahora verás tú... Se van a enterar los pablitos piscinas estos...

Me froté con dedicación mis partes con mucho gel acordándome de las jamonas y el ciruelo se me puso algo alegre. Solo una poquina. Suficiente. Así que salí de la ducha al mismo tiempo que King Kong con la toalla del Barça (que es bastante grande también, porque a mí me gusta estar cómodo en la playa) colgada del nabo como si fuera una percha. Tal cual. Y con las chanclas puestas. Nada más.
Hulk se quedó mirando con los ojos muy abiertos. Toda la peña se quedó flipando. Toda la toalla colgando de mi ciruelo, camino de mi taquilla, con mi gel en una mano y el móvil en la otra, tú sabes lo que te digo. Con los brazos abiertos. Y cojo y les digo a todos:

- Eh, chavales!!! Esto es un perchero y no la mierda esa que venden en el IKEA, nen!!!. A ver... ¿Quién quiere que le cuelgue la toalla?

Llegué a mi taquilla partiéndome de risa ante la incredulidad del auditorio y me vestí con celeridad porque reparé en más de uno que se estaba relamiendo. Además que si me cogen entre todos me ponen listo de papeles. No abusemos tampoco de la confianza porque no llego a los 67 kilos.

- Hasta otra, muchachos!!!


EPÍLOGO.
Y esa fue la única que vez que me metí en un gimnasio. Lo hice por amor. Por la Yoli. Para que me viera metrosexual de esos, sabes. El problema fue que yo a ella también la vi. Vaya si la vi. Y para dolor mío, no como metrosexual precisamente, no. La vi limpiándole el sable al Paco el del Kiosko el día que volvió de sus vacaciones y que habíamos quedado para vernos.
- Paco, hazme el favor, dame un Lucky mientras viene la Yoli, que estoy un poco nervioso - le dije cuando llegué a su esquina. Que es donde había quedado con la churri - ¿Paco, qué te pasa, padre? Haces cara rara.
- Nada, Chumoski, nada. Toma tu paquete. Ya me lo pagarás.
- ¿Y eso, Paco?

Estaba raro. Algo tenía. A ver si es que lo estaban atracando y tenía a alguien amenazándole ahí dentro...

- Paco, a tí te pasa algo - yo ya mosqueado.

Cogí y me asomé dentro. Ahí estaba la muy golfa agachada con el nabo del Paco en una mano sobresaliendo de la bata azul y con una bolsa de pipas en la otra.

- Joder, Paco, ya te vale, nen. Cómo te pasas, tío.
- Ostras, Chumoski, lo siento, te lo juro. Es que me ha pillado en un momento de debilidad.

Pero no me enfadé con él porque lo conozco desde que éramos chicos y colgábamos las pelotas en los balcones jugando al fútbol en la calle. Además que yo, en el fondo, siempre supe que la Yoli era una golfilla de cuidado. Por muy bien que la chupara. Al menos lo intuía, tú me entiendes. Lo que pasa es que....

Quizá algún día tenga suerte.
Y si no, pues echaré la Primitiva.

B.S.O. del relato:YOLANDA