Blogoteca 20 Minutos

jueves, 7 de julio de 2011

Vidas Cruzadas. FÍN.

LA HISTORIA DE JOSE LUÍS.

- Por las bragas de Paris Hilton, José Luís.... Dios mío, siéntate. ¿Cómo estás? ¿Qué ha pasado?

La muchacha de grandes pechos que lo sujetaba lo dejó suavemente en el suelo, sentado sobre una caja vacía de fruta, justo al lado de la Princesa Hippie, que seguía a lo suyo. Introspección y espiritualidad. El Jose Luís era un desecho de persona humana; un amasijo de carne y sangre; una víctima de Jigsaw. No, peor, de Leatherface.

- Todo está un poco borroso, Paco. Pero lo conseguí - me dijo, alzando temblorosamente un paquete de Lucky Strike.

"Yo estaba en la tienda, tan tranquilico, vale, con mi té y mis pastitas, porque antes de venirme me llegué a la panadería del barrio y compré medio kilo de cruasanes de esos pequeñitos que tu sabes que me gustan mucho, y entonces, como ya estaba harto de cachimba de esa infernal, yo quería fumar tabaco de toda la vida, entiéndeme lo que te quiero decir, pero se había acabado porque la Flora esta, además de hippie, resulta que se fuma hasta el laurel que se le echa al arroz hervido, vale. Así que cogí y le dije a la Antoñita que ahora venía, que iba a por tabaco. Voy contigo, dijo la chiquilla. Vale, pues venga, vamos. Cogí la bolsa de los cruasanes para el camino y hala, a por tabaco."

Abrió el paquete y se encendió un Lucky. Me ofreció uno y acepté. La tal Antoñita lo miraba y le acariciaba el cabello ensangrentado. Luego dijo que iba a buscar ayuda sanitaria y marchó gracilmente haciendo botar sus fantásticos senos. Mira tú qué maja y apañada, oye.

"Total, que me voy para el Corte Inglés que yo sé que hay un estanco dentro. Me meto. Qué bien se está con el aire acondicionado, Paco. No quiero pensar lo que deben pagar de factura de la luz esta gente. Y coge la Antoñita y dice que se va a mirar no sé qué de un perfume nuevo que lo anuncia la Natali Corman o algo así. Ves con Dios, le dije. Y me puse a buscar el estanco. Al pasar por la sección de carteras vi que había muchas en unos cajones. Montones de carteras. Cienes y cienes de carteras. Todas de piel de becerra por lo menos. Incluso de bicha. Se veían de marqués, Paco, tú mentiendes lo que te digo. Coño, me dije, todas estas carteras aquí apiladas como si vinieran de los contenedores esos de los chinos de la Zona Franca.... ¿Y dónde está el precio?"

- ¿Te compraste una cartera?
- No. La mangué.
- Pero hombre, José Luís, por favor....
- Espérate que te lo explico.

"Media hora esperando que acabara de atender una señorita con una blusa verde a una viejuna restaurada, Paco. Yo ya estaba agobiado. Y cuando acaba, coge y me dice: "Ahora te atiende mi compañera que yo me voy a desayunar". Que aproveche, le dije. Gracias, me dijo ella. Pues nada, me gustó mucho una cartera muy guapa de Tomi Jilbringuer ese, vale. Saqué la mía. La vacié. Puse todas las cosas en la cartera nueva de Tomi Jilbringuer. Me la guardé. Me quedé con la cartera vieja en la mano. Y ensayé cara de indignado. Media hora más hasta que vino la sustituta. Buenos días, qué desea. Buenos días, reina. Mira, ¿ves esta cartera?. Si, señor. Pues la compré aquí la semana pasada. Ayer la metí en la lavadora con los Lois, vale, sin darme cuenta, y mira cómo se ha quedado. Ni esto es piel de becerra ni esto es mierda en vinagre. Un pastón. Vengo a devolverla y que me hagas unos Corticoles de esos para yo comprarme lo que me de la gana. Espérate que llamo al encargado de planta. Me espero, reina".

Llegó la Antoñita con un señor con una cruz roja en el pecho. Cuando vio el estado del José Luís cogió el walkie y pidió una ambulancia.

- Que no, rey, que no, que yo te lo agradezco. Si esto con unos gelocatiles ya está. Bueno a lo que iba.

"Llegó el encargado de planta. Vio mi cartera vieja. Me miró con cara de extrañado. Yo mantenía firmemente la mia de indignado. Ganó la de indignado, Paco. Me dieron unos Corticoles y me subí a la planta de sonido y me compré este Mp3 tan chulo - lo sacó del bolsillo y lo volvió a guardar-. Luego me fui para el estanco. Compré el Lucky este que nos estamos fumando. Y me fui para la salida. Y cuando voy a salir comienzo a pitar como un grillo. Y se me echan encima dos gorilones de esos que cuando ven la película esa de "ORÍGEN" se quedan con la boca abierta y les cae un hilillo de saliva, entiéndeme lo que te digo. ¿Qué lleva ahí?. ¿Yo? Nada. Desnúdese. Si, hombre. Venga con nosotros. Me llevaron a una habitación. Saqué mi cartera nueva de Tomi Jilbringuer, miraron mi documentación. Sin problema. Saqué el Mp3, miraron la factura de los Corticoles. Sin problema. ¿Qué coño es lo que ha pitado entonces? Me saqué las bambas, los tejanos, la camiseta, el peluco, los calcetines, las cadenas, la de Caravaca también, que sabes que nunca me la quito. Miren ustedes, yo ya estoy en gallumbos. Esto es cosa de los cruasanes, les dije. Desnúdese. Paco, tú sabes cómo soy yo para estas cosas. Que sabes que en el gimnasio siempre voy con mi toallita bien enrrollada porque soy pudoroso. Encima uno de ellos me pareció que me miraba con lascibia de esa. Miren ustedes que esto es lo que hay. Que no hay más, insistí yo, vale. Desnúdese. Paco, me asusté mucho. No había más donde buscar y decian que la bolsa de cruasanes no podía ser. Esos hijos de puta querían meterme el dedo en el culo. El dedo, por lo menos, entiéndeme. Me negué. Si hubieran sido gorilonas, pues mira, todavía igual hasta me pongo cachondo, pero dos anormales así no, Paco, que tú me conoces."

- ¿Y entonces?
- Entonces llegó la violencia. Yo estaba mu acojonao. Así que quise zafarme y salir por la puerta pero uno de ellos, el de la lascibia, estuvo ágil y me tapó la salida. "¿Dónde vas, pichoncito?", me dijo. Ahí ya, para qué te cuento. Eso me sonó muy a bujarrón, Paco. Me asusté más todavía y me violenté. Luché con todas mis fuerzas. Pero eran dos armarios con puertas correderas. Encajé como pude.
- Casi te matan, José Luís.
- Si, pero por lo menos no me han petado el culo, Paco.

EPÍLOGO.

Le dimos unas caladas al Lucky. Y decidí sincerarme con él. La tal Antoñita charlaba preocupada con el auxiliar ese de la cruz roja. El auxiliar de la cruz roja se había hipnotizado con el balanceo de sus pechos. Ella parecía francamente entristecida. Flora, por su parte, había comenzado de nuevo con la "Balada del OOOooommm". Yo tenía un nudo en la garganta.

- Jose Luís..., siento mucho lo que te ha pasado, pero tengo que decirte algo.
- Dime, Chumo.
- En tu ausencia le he tocado los pechos a tu novia. Y no solo eso. También le he metido mano en el matorral. Pero te juro que fue ella la que me sedujo. Me pille un huevo con la cremallera si miento, José Luís. Se le veían las braguillas. Y luego me dijo que pusiera mi mano en su seno. Y....
- Paco...., ¿qué novia?
- Esta -le dije señalando a la Princesa Hippie del OOOooomm.
- Paco... esa no es mi novia. Esa es la Floreta. Una amiga de la Antoñita. La Antoñita es mi novia. Y si, es un poco sueltecilla. Lo mismo le da una unidad especial de la Guardia Civil, que los monitores de un Casal de Verano que un regimiento de cosacos borrachos. Le gusta mucho el follar, Paco, pero también colgarse. Para ella, el reloj siempre marca la Happy Hour.
- Hostiaputa.

Llegó la ambulancia y a pesar de las reticencias del José Luís logramos que subiera dentro para que lo atendieran bien en el Hospital a condición de que lo dejaran fumar. A mi alrededor, y ante mi sorpresa, el mercadillo hippie volvía a instalarse.

- José Luís... - le dije antes de que cerraran la puerta-. Entonces... ¿no me la recomiendas para establecer unos lazos emocionales sólidos y eso?.
- No, Paco. Mejor no. Antoñita, tápate esos pechos y vámonos ya que quiero estar para el fútbol en casa - le dijo a la chica alta y delgada que aún tenía cara de entristecida- Ahora bien, Chumo, dicen que es capaz de hacer sexo durante 7 horas seguidas. Sexo cuántico o algo así. Cosa de indios. Ya me contarás.
- Cuídate, José Luís.
- Dios te bendiga, Paco. Gracias por cuidar de Floreta - me dijo Antoñita. Y cerró la puerta de la ambulancia.

Tantos nervios acumulados. Tenía unas ganas horribles de hacer de cuerpo. Cuando ya me inclinaba para preguntarle a la Princesa Hippie si le apetecía una Coca-cola en el Hard Rock Café, el hippie malabarista se me acercó. Estaba vivo. Bajo el sobaco traía su canuto y su cuerda. Otro muñon de carne y huesos viviente.

- ¿Cómo van esas amigdalas, amigo?
- De futa mad-re. ¿Tie-nes un sig-arrito, her-mano?

Le di la cajetilla.

- Pa-z y am-mor.
- Paz y amor.


FÍN.