Blogoteca 20 Minutos

viernes, 5 de febrero de 2010

The Diary of Patrice

Estaba en una habitación pequeñita, muy moderna, acristalada y con lucecitas, de superdiseño, así como si fuera el váter del Enterprise, vale. Hacía cinco minutos que un chico con unos auriculares grandes en la cabeza y unos papeles en la mano me dejó ahí sentadito, mirando el programa por un monitor. Hacía una calor sofocante y tenía en mi cuerpo una sensación de ahogo horrorosa. Una cosa rara, no sé.

- Nuestro siguiente invitado viene de Barcelona. Tiene 38 años a punto de cumplir 39. Le gustan los boquerones en vinagre, está soltero y además es todo un experto en cine de terror. Un fuerte aplauso para Juan Francisco!!.

Entonces todo el mundo se puso a apladir, sabes lo que te digo, y el chaval de los auriculares asomó la cabeza por un lado y me dijo "corre, pasa, pasa, que ahora entras tú". Así que cogí y entré por la puerta de cristal.

Había mogollón de peña aplaudiéndome y yo no sabía a ciencia cierta o difusa qué coño había hecho yo para que me aplaudieran, pero bueno, que yo a mi aire pasé por delante de la pareja de viejos del principio del programa que decían que follaban 1 vez al día, justo antes de la telenovela, del mariquita que lloró porque su novio lo había dejado por una rubiaca del quince y de la puretona lasciva que celebraba su 25 aniversario de profesión haciendo, según ella, mamadas gratis durante una semana (para mí que era prostituta o algo así) y fui a sentarme al final. Entonces la presentadora se dirigió a mí.

- Juan Francisco, bienvenido. No, ahí no, Juan Francisco. Siéntate en el sillón rojo, por favor. Eso es. Ahí, perfecto, gracias.
- Las que tú tienes, hermosa. Muchas gracias. Hola, buenas tardes. Hola a todo el mundo. Muchas gracias.

Me senté finalmente donde me dijo, justo al lado de una chica muy gorda muy gorda muy gorda que iba vestida de novia de arriba a abajo con kilómetros de tul y gasa y que ocupaba ella sola un sofalito amarillo de tres plazas. No se le veía la cara porque tenía un velo de aproximadamente un metro cuadrado. Sus carnes amenazaban con reventar las costuras y se plegaban unas sobre otras, por debajo de la tela, como si fuera el muñeco ese de los neumáticos Michelín.

- Bueno, Juan Francisco, ¿qué tal estás??. Me dicen que....
- Perdone usted, señorita Patricia - yo siempre con educación porque estaba en la tele, sabes, y me estaba viendo mucha gente-, pero es que a mí todo el mundo me llama Chumoski. Así que usted Chumoski, con confianza, usted me entiende. Estamos entre amigos. Usted Chumoski, por favor. Y además, ya que estamos puestos, deje que le diga que está usted mucho más buena al natural, sabe lo que le digo, no. Así chiquitita, vale,  pero que sí, que está muy buena. Y otra cosa: que yo no vengo de Barcelona. Yo soy de Santa Coloma de Gramanet.
La cabrona se reía.
- Bueno, pues Chumoski. ¿Pero tú te llamas Juan Francisco, nó?.
- Sí. Pero todo el mundo me conoce como Chumoski. Hay que ver qué salá y que estupenda estás, Patricia. Que no me entere yo que ese culín pasa hambre, eh - le dije haciéndole así un guiño con el ojo, tú sabes.

Se reía más todavía y yo pensaba para mis adentros "tú ríete pero como te coja luego en el bak-esteish ese cuando den los anuncios te vas a enterar". Qué calor hacía, por Dios. Qué sudores.

- Chumoski. ¿Has visto muchas películas de miedo a lo largo de tu vida?.
- ¿Yo?, todas. Empecé de chico viendo Historias para no Dormir y luego también Mis Terrores Favoritos, sabe. Luego con el UveHacheSe veíamos las pelis de miedo en las aceras de fuera de los bares, tú me entiendes, de cuando ponían en los bares las películas alquiladas de los videoclubs, no sé yo si usted se acuerda. Yo he visto mucho, Srta. Patricia. Mucho.
- ¿Y no tenías miedo luego por las noches?. Porque siendo tan pequeño....
- Buenooooo.... muchísimo. Me meaba vivo por las noches, sabes lo que te digo. Pero no podía levantarme a mear porque no había huevos para hacerlo, vale. Tenía unos sudores en Verano que lo flipas. Todas las mañanas me levantaba con el frenazo en los gayumbos. Todas. Del acojone que pasaba, Srta. Patricia. Pero luego las veía todas igualmente.
- Muy bien. ¿Y cual es tu película favorita?.
- Hombre, pues muchas. Tengo muchas.

Yo no sé porqué, pero mientras la gente parecía estar muy tranquilita y pasándoselo bien, yo seguía teniendo una calorina y un malestar por todo el cuerpo todo el rato que alucinas. Y sin un Klines a mano para secarme. Pero bueno, la Patricia estaba muy buena y en principio yo no veía nada raro en el ambiente.

- Por ejemplo todas las del caracuero con la motosierra, vale. Pero cuidadito: las antiguas, eh. Esas son las buenas. Las de Tob Jóper. Y también "Posesión Infernal", todas las de Fredi Kruguer, no sé..., pero que bueno, que mi favorita favorita de siempre es "El Exorcista".
- ¿Esa es la de la niña poseida, verdad? -me dijo-. ¿Qué miedo, nó?
- Sí, señora. Mucho miedo. Sobretodo cuando baja por las escaleras del revés así como Spiderman. Y también cuando se le ponen los ojos como al Josemari cuando le pega dos caladas a un porro de polen.
- Hablando de niñas, Chumoski...., pero de niñas más creciditas, eh. ¿Tú tienes alguna niña en tu vida que te haga tilín?.
- Pues va a ser que no. No tengo novia.

Entonces el público al completo, a coro, pronunció un "OOOOOOOOOOOOOHHHHH!!!!!" muy largo, así como de pena, vale, y yo los miré a todos pensando "qué coño le pasa esta gente, nen?" "están gilipollas o qué?".

- ¿No tienes ninguna amiguita especial que tú recuerdes ahora mismo?.
- Hombre, mi vecina la Rosario. Pero no es mi novia.
- No. Yo me refiero a alguien con quien pudieras tener contacto por otros medios, otras tecnologías más modernas. Alguien que te guste. Con quien tengas un trato un poquito más especial.
- Hombreeeee..., pues a ver..., hay una chica muy maja que conozco yo por Internet, vale, que me tiene un poquito enamorao. Pero oye, Patricia, que a ver qué pasa, que yo he venido aquí para hablar de las películas de miedo, sabes, ver a qué viene todo esto ahora, reina.

Le gente se rió a carcajadas. También la Patricia. Yo alucinaba en colorines y empezaba a removerme en el sillón así como un poquito tenso ya, tú sabes lo que te digo. Todavía me voy a levantar y le voy a meter dos galletas al pablito ese de la primera fila.

- Pues ésto viene, Chumoski, a que a tí en realidad te han traido aquí un poquitín engañado, y que en realidad, pues....

- ¿En realidad qué? -la corté rapidito, sabes-. Mira una cosa que te voy a decir, Patricia..., voy a coger y me voy a poner a repartir yoyas ya mismo. Esa va a ser la realidad, tú me entiendes, no. Y me voy a cagar en el Josemari, que seguro que ha sido el mamón que me ha traido aquí na más que para comerse un bocadillo reseco de chorizo y salir por la tele.
- No te enfades, Juan Francisco. No te enfades que ha sido con toda la buena voluntad del mundo. A ver, dime cómo se llama esa chica "especial".
- Pues mira, se llama Mia. Igual que la Mia Farrou y encima vive bastante lejos de aquí, así que ve cortando el moco Patricia que me estoy atacando un poquito ya con tanta historia, vale.

Cuando dije eso todo el público que estaba sentado empezó a hacer UUUUUUUUUHHHH, UUUUUUUUUUHHH!!!!!. También uno de Prosegur que había a un lado, poniendo las manos como un altavoz. Yo me los miraba así como diciendo "me voy a empezar a acodarme de vuestras madres de todos vosotros juntos, eh!!!".

Estaba sudando como un pollo.

- Bueno, no nos pongamos nerviosos. ¿Y te gusta? ¿Os llevais bien?. Cuéntame.
- No me va a gustar... Es una morenaza con unas patas y unos muslos y un culo que está que te cagas (con perdón, Patricia). Una chica muy limpia y cariñosa. O sea, a ver, que tú también, vale, pero es que la Mia es harina de otra postal.
- De otro costal, Chumoski.
- ¿Cómo dices?
- Que se dice harina de otro costal.
- Bueno, mira, se dice harina de lo que me salga a mí de los cojones, ¿estamos?, y tú me vas a disculpar si me pongo brusco pero es que hace mucha calor aquí y estoy ya un poquito rayao.

UUUUUUUUUUUHHH!!!! UUUUUUUUUUUUUHHH!!!!

- Tú verás como al final alguien se lleva un pescozón...
- Chumoski.
- Dime.
- Vamos a ver... ¿Y si te digo que Mia está aquí, que ha venido desde muy lejos, desde el Reino de Muy Muy Lejano para conocerte por fín en persona, todo gracias a tu amigo Josemari?

Me quedé callado. Con los sudores fríos en la frente y unos goterones cayéndome por las sienes de esos gordos como los que salen en los dibujos del Son Goku cuando se da una circunstancia comprometida. "El Reino de Muy Muy Lejano...??". ¿De qué coño me suena a mí eso?. Esto es raro, raro, raro de cojones, eh. Tengo mucha sed. Me estoy deshidratando.

- Hombre, pues yo no sé bien qué decir, de verdad que no. De momento si me trajeras un cubatita dios te lo pague, porque desde luego me has dejado la boca seca, hija. También me vale un anís con menta. Que no es alcoholismo, ojo, que es para los nervios.

La Patricia se reía. Me trajeron el anís con menta. Fue pedirlo y al momento vino un azafato con las pestañas rizadas para arriba (serán postizas, pensé) a servírmelo en una bandeja.

- ¿Y si te digo que has estado sentado a su lado todo el rato, Chumoski?
- Perdona, Patricia, pero no te entiendo. ¿Qué me estás contando?
- Mira a tu izquierda – me dijo. Yo miré y no vi a Mia por ningún lado.
- No, Juan Francisco. A tu izquierda. Eso es la derecha.

Miré otra vez y tampoco vi a Mia por ningún sitio. Solo estaba la madre de Moby Dick vestida de novia con un velo de metro cuadrado de tela tapándole la cara. La sensación de sofoco apretaba. Me estaba ahogando. Me sentía jodido de verdad de la buena. Los sudores de Son Goku. El Josemari que me engaña y me trae a la tele. El público na más que pendiente de mí, mirándome y echándome la bulla. Y la Patricia que se va para una cámara y empieza: ¿Eres un maricón de mierda por puro vicio sexual y tu sueño es ducharte con el Cuerpo de Bomberos de tu localidad?. ¿Le mientes a tu madre y sigues drogándote con Ariel automática? ¿Piensas que no es suficiente con arrimarte a tu prima para conseguir que ella se fiije en tí y te haga una felación antológica? ¿Haces muñequitos con la cera de tus oídos y luego te masturbas recreando escenas eróticas? Llama al 666.66.66.66 y cuéntanos tu historia.

Pero... ¿Pero aquí que está pasando? ¿Qué esto? ¿Qué coño hago aquí?

- Oye, Patricia, ¿dónde está la Mia?

Entonces la chica-cosa vestida de novia que estaba a mi lado se puso de pie. El vestido apretado como las tuercas de un submarino. Una grandiosa montaña de carne blanca coronada por una cabeza como una sandía de 10 kilos. Se puso delante de mí y se levantó el velo. Era un monstruo. Su sonrisa tenía hiperventilación (le faltaban varias piezas dentales) y estaba perfilada por un pintalabios de color rojo pasión con brillo. Sus ojos eran dos botones cosidos con cordones de zapatos. Su nariz asomaba pelos, muchos pelos. Solo tenía una ceja, de sien a sien. Una gran ceja peluda. Era una enooorme pesadilla viviente que se venía derechita para mí.

- Eh, eh, eh... tranquilica, dónde vas tan deprisa...
- Soy Mia, cariño. Y estoy aquí para pedirte en matrimonio - sacó del refajo una cajita, la abrió y me mostró un donete rayado; de los de chocolate blanco por fuera -. Quiero hacerte feliz. Te amo, cariño. Yo soy Mia. La de verdad. Estoy locamente enamorada de tí y quiero vivir contigo para siempre.
- Sí, hombre, y una mierda que te comas. Patricia, mira lo que dice esta, joder.

La Patricia estaba en suelo partiéndose la caja. El público se tronchaba. Nadie me hacía caso. Nadie me ayudaba.

- Quiero que me hagas tuya.
- Y una polla como una olla. Antes muerto. Que te lo haga otro, so cabrona. Tú no eres Mia.

La gente se reía como loca nen. Todos. Yo quería morirme. Los viejos que estaban invitados en primer lugar, echados uno encima del otro echando un kiki tres sillones más para allá. El mariquita bailando mákina desbocado, sobándose con el de Prosegur. La música a toda hostia. La puretona lasciva haciendo felaciones a dos manos (verás tú como la vea el marido por la tele). Dios mío de mi vida. Y la gorda cogiéndome de la manga del jersey.

- Que me sueltes, demonio. Que tú no eres Mia, hostia. SUÉLTAME, BICHO!!.
-VEEEEEN......

(Chumoski...)

(Chumoski..., cariño....)

- TÚ NO ERES MIA!! VETE, SATANÁS!!. VETE, MONSTRUO. ALÉJATE DE MÍ TE LO ORDENO EN EL NOMBRE DE LA VÍRGEN DEL CARMEN. VETE, BICHO. TÚ NO ERES MIA. ERES UNA MENTIRA DE LUCIFER. EN EL NOMBRE DEL SEÑOR TE LO ORDENO.

(CHUMOSKI....)

- FOOOOOOOLLA-MEEE....
- ....PORQUE EL SEÑOR ESTÁ CONMIGO Y CAMINA A MI LADO. YO TE MANDO, DEMONIO, QUE REVIENTES COMO UN ZIQUITRAQUE....
- CHUMOSKI, POR DIOS, DESPIERTA!!!. Despierta. Que ya sé que no soy tuya, padre, que ya lo sé aunque hace un ratillo bien que me decías lo contrario, canalla. Te voy a hacer mía esta noche. Y ahora mira. Ay, qué hombre este!!. Estás chorreando!!!

Era la Rosario, tumbada a mi lado en la cama. Hacía cara de preocupación y me secaba la frente con un pañuelo.

- Rosario, qué sueño más malo, hija. Era de verdad.
- Ya te dije que no es bueno hincharse de morcilla por la noche, Chumoski. Que se hace muy pesada. Y has cogido y te has comido media ristra con una barra de pan.
- Es que la de cebolla ya sabes que me gusta mucho. Me alegro de verte sana y salva, Rosario.
- Qué cosas tienes, Chumi. ¿Te encuentras mejor, padre? Has tenido que despertar a media escalera.
- Sí. Ahora sí. Ya estoy mejor.

Me enterró entre sus cantaros de miel con cariño mientras me acariciaba el pelo y me susurraba...:
- Ya ha pasado, padre. Ya ha pasado.

 
---------------------------------------------------------------------------------------------------

La amargura.

- ¿Una broma? Me cago en tus muertos, bastardo de mierda. Esto es la vida real. MI-JODIDA-VIDA-REAL, CABRÓN. ¿Me entiendes?. Mi amargura, hijo de la gran puta. Y ahora..., ahora te voy a pegar un tiro en el estómago, voy a coger aquella silla de madera que ves en la esquina, me voy a sentar delante de tí, y voy a ver cómo te mueres poco a poco cabrón hijo de perra. Pero antes... - hizo un amago de sonrisa cuando le enseñó el cuchillo - Antes quiero escucharte gritar como un cerdo. Y sabe Dios que lo vas a hacer.

- Yo no he hecho nada, se lo juro, se lo prometo, por lo más sagrado, por favor, debe creerme, por favor, por el amor de Dios. Yo no he hecho nada, por favor se lo pido.

Hacía ya un rato, tras el primer golpe, el cual le rompió la nariz, que el chico no había podido evitar que su vejiga desoyera las instrucciones del ordenador central. Ahora, con los pantalones empapados, además de un terror incontrolable y espasmódico, empezaba a sentir frío.

Un año antes.
Uno ve las desgracias ajenas por televisión, desde la distancia, desde la comodidad de tu sofá, desapariciones, abusos, violaciones, muertes, horrores infinitos, y, aunque cierto grado de indignación siempre aflora (porque todavía no estás lo suficientemente abotargado), nunca puedes hacerte a la idea del dolor que sienten tus semejantes tras esa puta pantalla de mierda. Nunca. Ves lágrimas catódicas, también lamentos e impotencia, día tras día, y aún y todo nunca podrás entender bien el guión de la película. Tú crees que sí. "Pobre hombre". "Pobre mujer". Lo típico. Pero no. No, no, no, no señor. Al menos no hasta que te manden una copia a tu casa para que lo leas de cabo a rabo, memorices hasta las comas y los puntos, y entonces, y solo entonces, averigües en tus carnes dónde está el límite de tu capacidad para soportar tanto sufrimiento. O lo que es peor, averigüar que no tienes límite, que es lo que en realidad sucede.


- Vaya a casa con su mujer, por favor. Descanse, lo necesita. Déjenos hacer nuestro trabajo. Confíe. Estamos trabajando en el caso las 24 horas del día. Le prometo que vamos a encontrar al culpable.

Le cortó todos los dedos de las manos. Uno a uno y tomándose su tiempo. Sin alterarse lo más mínimo y sin importunarle un ápice los tremendos berridos que el muchacho dejaba ir a cada cercenamiento, con el cuello hinchado y los ojos vueltos hacia atrás, buscando una inconsciencia que no llegaba.
- ... que yo no he hecho nada, por favor.... Se lo suplico....
- Hijo de puta.
Le rebanó una oreja de cuajo.

Hace 1 semana.
Estaba sentado en la barra tomando una cerveza cuando apareció el contacto. Un chaval menudo y deshuesado que se abrió paso entre la chusma cojeando visiblemente de una pierna. Quizá una malformación, quizá algo congénito. ¿Y qué más da, joder?
- Mire usted, yo no quiero aparecer por ningún lado, ¿estamos?. Yo le digo esto, de buena fe, y porque me sabe fatal lo que están haciendo con usted, pero luego no quiero lío alguno.
- Dame el nombre y el domicilio, toma el dinero, y no me verás más. A no ser que abras la boca. Si abres la boca luego volveré a por tí, basura de mierda, que eso es lo que sois todos, puta basura de mierda.

- ¿Por qué hace esto...? - balbuceó el chico a duras penas, entre los pocos dientes que se mantenían en su sitio -. ¿Por qué yo? ¿Qué he hecho? Por-faaa-voooor.....
Estaba atado a un silla frente a una mesa. Sus dedos amputados, todos dispuestos delante de él, encima. Bajo la silla el charco de sangre se extendía aquí y allá por el suelo de cemento.
- ¿Cómo puedes ser tan hijo de puta aún en estos momentos? ¿Te crees que todavía puedes hacerte el listo? ¿Conmigo, cabrón?
Le rebanó la otra oreja. El chico aulló. El móvil del hombre empezó a sonar.

Hace 6 meses.
- Te vas a acordar de mí, so payaso - el muchacho se retiraba cojeando por la acera, ayudándose de la pared. Había recibido una buena tunda a manos de un listillo que le sacaba cabeza y media y buena parte de anchura corporal. Tenía todas las de perder.
- Cállate la boca no sea que todavía te tengas que ir pa tu casa en silla de ruedas, tontolaba - le amenazó el listillo con el dedo.
- Te vas a acordar, hijo de puta. Dame lo que me debes que te vas a meter en un lío, gilipollas.
- Lárgate, so mierda, que te meto otra vez.

Le pegó un tiro en el estómago. Pero no a bocajarro sino desde cierta distancia. Quería verlo sufrir. Quería verlo llorar. Quería verlo humillado, despojado de humanidad. Quería verlo como las ratas. Abandonado a su suerte, impotente, incapaz. Quería verlo convertido en una miseria. Quería que se supiera víctima indefensa. Como su hija. El chaval se dobló sobre la silla todo lo alto que era y el hombre entonces le desató y lo dejó caer sobre su propia sangre y orina. Asomaba la tripa por el orificio. Pero el correctivo había sido ciertamente excesivo y a estas alturas el chico, a pesar de su corpulencia, no pudo soportar más inclemencias y tras un par de minutos de estertores y gruñidos y la consabida relajación de esfínter, murió.

Cogió finalmente el teléfono. Lo abrió.
- Miguel!!!
- Dime, cariño.
- Que lo han cogido, Miguel!!. Lo han cogido hace 10 minutos en la puerta de su casa. Me ha dicho el Inspector que tienen el ADN, que ha dado positivo y que la fiabilidad es del 99%. Que no hay defensa para eso. Es él. Lo llevan ya al calabozo. Que hasta que no han tenido la absoluta seguridad con los resultados en la mano no han decidido actuar. Que sí, que esta vez sí, que no tiene escapatoria alguna, Miguel. Que ya lo tienen.

Hasta la Luna, y más allá.

Cuando Israel (El Isra) despertó era de noche. Parpadeó varias veces para enfocar bien la vista y, lo primero que le llamó la atención, fue contemplar la infinidad de estrellas que poblaban un firmamento extrañamente más oscuro de lo habitual. No recuerdo haberme dormido. Intentó incorporarse, como si con ello pudiera estar más cerca de ellas, tocarlas; jamás había visto tanta lentejuela brillante junta, ¿y tan cerca?. Allí, sin embargo, la luz más inmediata provenía de una curiosa luminiscencia que parecía irradiar del suelo y no de ese curioso cuadro nocturno que alguien había pintado en el cielo. Quiso hacer el ademán para levantarse y se topó con el segundo detalle a tener en cuenta (muy en cuenta): no pudo moverse. Podía girar levemente la cabeza a un lado y a otro, hacia delante y hacia atrás, con esfuerzo, y constatar que se encontraba en un paisaje árido y desierto a primera vista carente de cualquier atisbo de vida, pero el resto del cuerpo no obedecía. Ni un milímetro. Qué mierda pasa aquí. Cuántas estrellas. ¿Falta algo ahí arriba?. No recuerdo nada. ¿Como es que...?. Falta algo en el cielo. (o no?). Hostia, no puedo moverme.


Tras unos minutos de confusión durante los cuales empezó a abrirse paso, lenta pero inexorable, una incipiente sensación de ahogo (Joder, este pedal va a ser histórico, chaval. ¿Pedal? ¿Me he metido algo?. No. Estoy soñando), e incapaz de discernir qué era lo que chirriaba en aquel paisaje, alguien habló. No lo esperaba y el corazón le dio un vuelco tal que le dejó una burbuja de aire atrapada en el esternón. Mierda!!!.

- No busques más. Falto yo – le dijo una voz neutra carente de emoción, sin registros, serena y fría, con regusto a tubería. Ni muy cercana, ni muy lejana, por momentos a su lado y al mismo tiempo desde cualquier lugar. Giró de nuevo la cabeza a ambos lados lo más que pudo. No había nadie a la vista.
- ¡Eh! ¿Quién hay ahí? ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?– preguntó.
- Soy la Luna –respondió la voz sin variar un ápice su extraña sonoridad-. Y estás aquí, conmigo, sobre mí.

Sobre mí... Israel tuvo una revelación instantánea. Volvió a mirar el oscuro firmamento plagado de estrellas. El increible decorado que alguien había puesto ahí para deleite de alguna melosa pareja de enamorados. ¿Es real? ¿Hay enamorados aquí?. Luna lunera, cascabelera, ¿dónde estás?

- Me tomas el pelo. Madre mía, la Luna, dice. En serio, ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Y por qué mierda no puedo moverme?
- Dijiste, y cito textualmente: “Sube el volumen, Javi. ¡Y a volar hasta la Luna, socio!”. Te doy las gracias. Llevo eones (por decir algo) solo, salvo espóradicas visitas acompañadas de banderitas que se hacen la foto y se van. Por no hablar de las Polaroid volantes con antenas que llegan de vez en cuando desde vuestra casa. Si te fijas, detrás de aquel peñasco asoma la punta de una de esas banderitas. La olvidaron hace tiempo.
- Sube el volumen, Javi... ¿El Javi?. Joder, sí, el Javi. Estaba con el Javi!!. Buá qué colocón he tenido que pillar. Y esto..., esto es la típica paranoia cuando te metes basura cortadísima. Desmadre. Desorientación. Descontrol absoluto. Ausencia total de leyes científicas tal como las conocemos. Ahí lo tienes, por eso no puedo moverme. ¿Y qué más?.

Tenía la sensación de que debía acordarse de algo muy importante, pero su memoria estaba reseteada y su respiración, cada vez más pesada, sofocada, tampoco ayudaba a mantener la calma. Buá, tío, joder, joder, joder, esta vez sí que nos hemos pasado de vueltas, Javi. JA!!. Bueno, pues sigamos el juego. Hasta que llegue el día y esta mierda acabe. La resaca será dura, pero no importa.

- Está guay - dijo el Isra intentando parecer sereno-. Ya te digo, fiera. Una pasada. Y ahora, como en las pelis, me dirás que estoy muerto, claro. ¿A que sí?. ¿Estoy muerto?. ¿Y por qué preguntas eso, Isra?
La voz le respondió sin ambages ni dramatismo alguno.
- Sí.
- Sabía yo que... ¿Y el Javi?
- A punto.
- Ya. ¿Y mis padres? ¿Y mi hermana? ¿También están muertos? ¿Se ha acabado el mundo o qué?
- Ahora mismo están juntos, en el Hospital Gregorio Marañón, llorando al pie de tu cama. Han decidido finalmente desenchufarte la respiración artificial. Es inútil. Están esperando al doctor para hacerlo.
- La respiración arti... ¿Entonces por eso no puedo moverme? ¿Porque estoy muerto? Vamos, no me jodas.
- Prácticamente - respondió la Luna, implacable en la sobriedad de sus contestaciones.
- Estoy soñando.
- En absoluto.

Joder, no recuerdo nada y me parece a mí que debería hacerlo. ¿Debería hacerlo?. Estoy soñando. NO-ME-JO-DAS. Estoy soñando, ¿no?.
Había pasado malas noches con anterioridad pero esta empezaba a superarle. Imaginar a su família llorando su pérdida hizo que su falsa impostura hasta el momento se desvaneciera y las empalizadas empezaran a caer como filigranas hechas con palillos de dientes ante un vendaval. Las lágrimas, sin previo aviso, comenzaron a resbalar por sus sienes. No podía secarlas. Pensó en todos esos rollos de la gravedad que le habían hecho estudiar en el Instituto y esperaba verlas flotar en el aire. ¿Acaso no estoy en la Luna?. Y también pensó en despertar, claro. En despertar YA. Abre los ojos. Abre los ojos. Abre los ojos. Pero nada de eso ocurrió. Seguía allí tendido. Desarmado. A merced de alguien. Impotente. Incapaz. La desazón le desbordaba. La puta aventura del Isra en la Luna de las Maravillas debe terminar ya, y cuando despierte, tirado en cualquier acera al lado de mis todavía humeantes potas, me reiré de todo esto. O a lo mejor ni me acuerdo de nada, tanto da; tiremos de lógica y desmontemos el chiringuito. Un último chispazo de determinación.

- No estoy muerto, payaso. No es posible. Estoy vivo y bien vivo. ¿No ves que estoy llorando so gilipollas?. !ESTO ES REAL!. ¡LOS MUERTOS NO LLORAN, JODER! – terminó gritando el joven.

Tras una pausa eterna durante la cual Israel empezó a sentir un mínimo atisbo de euforia ante la ausencia de réplica, la voz habló de nuevo:

- Eso dicen todos.
- MENTIRA!!!!
- Verdad. Por cierto, Israel, ha sido realmente difícil para tu madre en última instancia, pero finalmente ha accedido y te han desenchufado la máquina. Por tanto, ahora sí: bienvenido.

Alguien le dio al interruptor y las estrellas se apagaron una a una, a pares, de tres en tres, en pequeños grupos, y así sucesivamente en una cadena ininterrumpida como si del apagón de un recinto ferial se tratara. La extraña luminiscencia del suelo menguó hasta desaparecer. Luego, la oscuridad.



--------------------------------------------------------------------------------

Valentino Mon Amour. (3 y FÍN)

- Chumoski, mira para aqui!!
Mi giré en el sofá y un flash sorpresivo y cegador me llenó de estrellitas el campo visual.
- Mecagoen..., pero qué...
- Hijo, me vas a perdonar pero una cosa así no se ve todos los días.

Me había hecho una foto con la mazorca inflamada en la mano y Mercedes Milá, de fondo, en la tele, increpando a alguien del público. Yo estaba esperando que apareciera con algún ungüento milagroso y lo que traía en las manos era una Reflex de esas japonesas que valen un pastón.

- Joder, Rosario. Ya te vale.
- Ay, cielo mío, perdóname pero es que esto es para el libro ese de la cerveza, Chumoski.
- El Libro Guiness.
- Ese.
- Rosario, ayúdame, hija. En serio. Que estoy muy incómodo - le supliqué -

Dejó la maldita cámara encima de la mesa. El mantel de flores todavía estaba puesto. Se agachó entre la tele y yo. Se abrió la pechera; pues sabe que me gusta verle bambolear los tremendos panales de rica miel mientras lo hace. Cogió mi desaforado miembro e intentó metérselo en la boca. Probó de izquierdas. Probó por la derecha. Por el centro. De abajo arriba. De arriba abajo. Probó una y otra vez exigiendo un esfuerzo titánico a su quijada.

- Chumoski. Esto no me cabe en la boca.
- No puede ser, Rosario. No puede ser. Si yo te he visto comerte los Burri Kin XXL en dos bocaos, mujer.
- Ya lo sé, pero esto no me cabe. De todos modos tú no te preocupes, rey, que lo vamos a arreglar como mandan las legislaturas - me contestó mientras se quitaba la bata, arrodillada ante mí, y se quedaba en bragas. En bragas de color carne. La visión de las mismas no hizo sino acrecentar la gigantesca erección que sufría. También el dolor.
- Dios te bendiga, Rosario. Bendita seas entre todas las mujeres de bien.
- Marrano - me dijo poniéndose a horcajadas sobre el falo totémico.

Siempre me he portado bien con la Rosario en asuntos carnales. Nunca un reproche. Ella está contenta conmigo y yo con ella. Sin embargo, JAMÁS la había escuchado sollozar y gemir como aquella noche.

Estaba sobradamente humedecida y su vagina dio de sí lo que hizo falta y más. Así pues, primero con cierta precaución y luego sin tapujos, el falo totémico no tuvo problemas para introducirse dentro de ella según la marcha convenida a su voluntad. Es lo que tiene una vagina que no tiene una boca, claro. Esa flexibilidad muscular capaz de alumbrar niños de unas cuantas arrobas. Total, que ahora reducimos, ahora aceleramos, ahora punto muerto, ahora meto primera, segunda..., vamos, que se la veía disfrutar a la mujer, con la vena en el cuello como la Patiño y los sudores manga en la frente.

Yo, aún y todo, y tras una primera corrida apoteósica, una segunda regulín regulán, y luego ya, tres gotas guarras como si de un colirio se tratara, los orgamos se acabaron. Se acabaron, sí, pero aquello no hacía pinta de desinflarse. Ni mucho menos. Finalmente la Rosario me hundió la cabeza entre sus inabarcables pechos y con un último estertor y un punto de asfixia por mi parte, escuché que me decía:

- Chumoski, ya estoy.
- Eso está bien, madre - le contesté -. ¿Y ahora qué hago con esto? ¿Probamos por detrás?
- Venga, que me pongo.

Se puso a cuatro patas con la llanura de los indios sioux en pompa. Sudorosa y con ojeras de vicio. Extasiada. Sus mapamundis mamarios colgando.

- Dame, Chumoski, dame a ver si baja eso de una vez, padre. Venga.

Primero intenté penetrarle el ojete gracias a los mismos fluidos vaginales pues en principio y de momento todo estaba bastante humedecido. Así pues, empujé un poco. Luego un poco más. Insistí, siempre con cuidado y cariño. El cariño es fundamental. Yo soy una persona cariñosa hasta para dar por culo, siempre lo he dicho.

- Rosario. Esto no entra. Cógete así un poco los cachetes con las manos y a ver si así...

No. No entraba.

- Bueno. Espérate un momento que voy a por la vaselina.
- Vale.

La vaselina se había acabado. El pote estaba vacío. Así que probé con Aceite Johnsson's. Tampoco. Luego me eché gel de baño Sanex; ese que hace mucha espuma y huele muy bien. Nanai. Le cogí de la nevera un trozo de tocino blanco que tenía guardado para hacer cocido al día siguiente y me lo restregué unas pocas veces. No hubo forma. Y encima se me quedó olor a bacon.

- Rosario, espera que voy a por la mantequilla.

La media tarrina de Tulipán echada a perder en el ojete. La Rosario roncando con el culo en pompa. Agradecida y emocionada. Plenamente satisfecha la pobrecica mía. Feliz. Me recosté en el sofá con el palitroque apuntando al cielo infinito (en este caso, al techo del piso). En la tele Mercedes Milá dio paso al X-Extended. 10 minutos diarios de ejercicio con X-Extended y se te pone el ciruelo como a Conan El Bárbaro. Me reí.

Total, que me entró hambre, cogí unas rebanadas de pan bimbo, las unté con la mantequilla del ojete de la Rosario y me hice dos sandwichs de jamón y queso. Ni la moví. Le puse por encima una manta y así la dejé en el sofá. Yo me bajé para mi casa, me eché en la cama y me puse una bolsa de hielo encima del nabo. Ni por esas.

Estuve cuatro días seguidos sin poder dormir. Y por mucho que Rosario me picó a la puerta..., no le abrí.

- Abre, Chumoski, que te he hecho tortilla de patata.
- Que no, Rosario, que no.
- Abre, no seas tonto, que no te voy a hacer nada.
- Mentira gorda.

Cogí la baja médica, pero sin ir al ambulatorio. Hice venir al médico y disimulé el nabo con un cojín. No podía ir a trabajar en esas condiciones. Meterme en el bus y en el metro. Pasearme por el trabajo con semejante bulto. Imposible.

- Chumoski, sé que estás ahí. Abre, va, que te he comprado en el carreful un dvd de una peli de esas de miedo que te gustan mucho.

Al cabo de una semana volví a la normalidad. Hoy he contratado a dos chavales de esos que se saltan las clases y comen pipas en los parques. Les he dado 1.000 duros para que le metan fuego al kiosko del Paco. Máxima discreción.

- No se procupe, señor. Eso está hecho. ¿Y cómo quiere que le metámo fuego?. ¿Con el kioskero dentro o cuando esté en su casa?
- A vuestra bola. Pero sea como sea el Lucky me lo salvais y me lo traeis.
- Vale, Jefe.

Voy a picarle a la Rosario, no sea que esté enfadada.

FÍN

Valentino Mon Amour. (2)

Me he depilado mis partes por primera vez en mi vida. Con crema VEET. Todo ello después de leerme 6 veces seguidas las instrucciones. Laboratorios no sé qué, ponía. Luego, con suma precisión, he rematado la faena con mi Gillette Mach Fusion. Con motivo de este gran trabajo de orfebrería ahora mi gran pene circuncidado parece una Oscar Mayer XXL. No pasa nada, todo por la causa. La crema VEET huele a depuración de aguas residuales. Con ayuda de un espejo de mano y cierto equilibrio que casi me cuesta un esguince de tobillo he apurado unos pelillos en la parte de atrás del escroto. Una vez he considerado que el trabajo estaba terminado no sabía a ciencia cierta si calmar la irritación de la zona con Nivea o directamente con after-shave para después del afeitado. He optado en última instancia por un after-shave muy bueno que venía con la colonia. Estaba frío de la hostia. Me he preparado un cubata para el afeitado de la barba y he usado de nuevo el after-shave (esta vez para su cometido habitual). Acto seguido, entre trago y trago, con unas tijeritas me he quitado los pelos de la nariz, y tres de las cejas que habían dado un estirón (por lo visto). Me he hecho la pedicura en pies y manos con ayuda de un cortauñas de los chinos y papel de lija (no tenía otra cosa a mano). Aprovechando tanta suavidad Nenuco, me he cascado una pajilla a mano cambiada para luego poder dar un rendimiento satisfactorio. Mano de santo, oiga (valga la redundancia). Me he rociado entero con Is San Lorán. Huelo a macho. Por último, y antes de salir del baño, he vuelto a mirarme el nabo y las pelotas ante el espejo, desprovistos de todo abrigo natural, y le he rogado a Dios que a la Rosario le guste el resultado.


Parezco una charcutería con patas con un cubata en la mano y olor a colonia cara.

Cuando he ido a coger el ramo y las llaves del piso he visto la tabletilla de pastillas que me ha dado Paco, el del kiosko.¿Y con esto qué hago?. Ni puta idea. Total, que me he echado tres a la boca para apurar el cubata. Mejor que sobre que no que falte. Con dos cojones.

He subido de puntillas hasta el Tercero. De puntillas y a oscuras, por la escalera, para evitar las mirillas de los francotiradores cotillas. He picado despacito en su puerta con mi contraseña secreta. Pom, pom, pom-pom-pom. Y en seguida me ha abierto la puerta. Ella no recibe visitas habitualmente. Está claro que me esperaba. Sabía que vendría.

- Hombre, hombre, hombre, dichosos los ojos. Pero a quién tenemos aquí!!
- No chilles Rosario, por Dios, que esta gente es muy chismosa.
- Pasa, anda, Ríchar Guer. ¿Esas flores son para mí?.

Cuando cerró la puerta tras de sí la miré de arriba abajo. Estaba radiante con su bata de boatiné y sus pechos sin sujección apuntándome como dos misiles tierra-aire.

- Qué guapa estás, Rosario.
- Y tú que zalamero eres, Chumoski.
- Que no, que es de verdad, mujer.
- Pasa al comedor que está la mesa puesta. Lávate las manos antes, eh.
- ¿Has hecho tortilla de patata, Rosario?
- ¿Tú qué crees?

Comimos y bebimos. Reimos y nos contamos miles de cosas. Dos meses dan para mucho aunque la que más hablaba, como siempre, era ella. Yo estaba muy excitado y sin más preámbulos le eché la mano por debajo del mantel y la metí entre sus muslos. Abiertos para mí con la bata colgando a los lados prometían el paraiso para desheredados de la tierra como yo.

- Chumoski. Falta el postre.
- ¿Qué hay de postre, Rosario?.
- Sorbete - me dijo suavemente, saboreando las sílabas.

Se me puso el ciruelo como una barra de pan de cuatro días. Eh!! Y de las congeladas, cuidado. Una dureza extrema casi dolorosa. Hubiera podido partir 800 kilos de nueces de Calfornia y embolsarlas para la venta.

- Pues con tu permiso, voy a empezar -le dije inclinándome hacia debajo de la mesa.
- Chumoski, de limón. Sorbete de limón. Anda, tarzán, siéntate en el sofá mientras me pongo algo más cómodo y traigo los heladitos de la cocina.
- Lo que tú digas, Rosario. Sabes que venero tu imagen divina. Tu estampa de reina. La diosa de los cielos que manda sobre el aire que respiro. Te he echado de menos Rosariyo. Y a tu tortilla de patatas también, ojo, respetos al máximo en este sentido, eh.
- Ay, Chumoski, qué prenda estás hecho. Anda, ve, que no tardo nada.

Me senté en el sofá y en cuanto desapareció hacia la cocina me desabroché la bragueta. Me calmó un poco pero no suficiente. Así que también me bajé los calzoncillos y saqué mi miembro al aire libre. Con cuidado de que no me viera la Rosario me tapé con un cojín y miré por debajo. Me asusté. Aquello no era normal. Yo conozco bien mi miembro viril y aquello duplicaba su tamaño habitual en estados emotivos. Por si fuera poco tenía un color..., un color tirando a oscuro. Parecía una berenjena, joder.

Dios mío qué me has hecho (Camilo Sesto).

Mercedes Milá en la tele. No me lo pensé dos veces. Empecé a masturbarme con fruición. De fondo escuchaba el traqueteo de los platos en la cocina. Rosario no tardaría en volver.

- Chumoski, qué haces!!!
- Rosario!!. Perdona, hija, pero es que...
- Dios mío!!!

Me había visto el ciruelo.

- Vírgen bendita, Chumoski... Pero qué has hecho?? Te has operado??
- No, yo..., la verdad es que...
- No te muevas, por Dios. NO-TE-MUEVAS. Espera un momento.
- Vale, vale.

Volvió a desaparecer hacia el interior del piso.

TO BE CONTINUED...

Hazañas Bélicas.

- Chumoski, no llegues tarde.

- A qué hora?
- A las 15:00h. en casa de mi padre. No os paseis con el tapeo que luego hay que comer, eh. Y no bebas mucho.
- No hay problema. Un besito.
- Esas manos, Chumi, que nos pueden ver.

Serían las 11 de la mañana aproximadamente y había quedado con mi cuñado Miguelón, también invitado (gracias a Dios) a la comida familiar dominguera, en el centro del pueblo. Un tipo fantástico, siempre de buen humor, con el que congeniaba de pies a cabeza. Ambos, a su vez, lo hacíamos a las mil maravillas con la cerveza; así pues, la jornada se prometía provechosa.

38 grados. Mucha sed. Buenrrolismo campante. 4.567 bares con generosas y suculentas tapas (no en vano, dicho pueblo es conocido en Andalucía por las enormes y gratuitas tapas) a nuestra disposición, aire acondicionado y, un año después desde la última vez, pues lógicamente mucho de qué hablar y reir. El tiempo fue pasando. "Niña, ponte dos de lomo". "Niña, ponte dos de morcilla". "Niño, dos costaleros". "Jefe, que sean dos de champiñones". En fín..., chocos, gambas, salchichas, queso viejo en aceite... Todo debidamente regado con escarchada cerveza recién tirada de fríos barriles.

Cuando te quieres dar cuenta:
- Chumoski, faltan 10 minutos para las 15:00h.
- Ya la hemos liado.

Era el primer Verano que bajaba al pueblo de mi novia y a las casi 15:00h. de un Domingo 10 de Agosto de aquel año se sufrían en la calle 43 grados en la sombra de un olivo. Las calles desiertas, el aire incendiado en la cara cuando sales del bar, la calima a ras de asfalto y el tan manido tópico de las lagartijas con cantinplora por la acera hecho realidad. Aquel día, además de cantinplora, por lo visto también llevaban botas (al menos con la que me crucé).

- Estupendas botas, señora. ¿Me podría decir a qué hora pasa el autobús que va para el Barrio de San Jacinto?
- Son Timberland. 180 leuros en el Corte Inglés, pero las he conseguido por 60. De estraperlo. ¿Me das un cigarro, por favor?
- Faltaría más - coño, qué apañada, oye.
Le ofrecí fuego también y nos recomendó que nos fuéramos por la sombra, no sin advertirnos antes de que no era "señora" sino "señor".

- Miguelón, ¿a qué hora ha dicho que pasa el autobús?
- No lo ha dicho, Chumoski.
- Vale, nen.

Cogimos un taxi. Llegamos a las 15:10h. Mi suegro nos abrió la puerta y nos saludo con un gruñido. La mesa estaba puesta y mi novia, más que con el ceño fruncido me miraba con los ojos de Leatherface cuando se le escapa una víctima. Su mirada hablaba. Decía algo así como "anda que cómo venimos, cómo venimos, cómo venimos... haz el favor de lavarte las manos y sentarte en la mesa pero ya, que luego hablaremos". En la mesa ya estaban sentados el resto de familiares, entre ellos, cómo no, sereno (SUPERSOBRIO!!!!) y ocurrente para lo que haga falta, el que te dije, el especialista en caer en gracia (que no gracioso; ni es lo mismo ni es igual, ojo), el yerno favorito, el sensato, el que se viste por los pies, trabajador, responsable, comprometido, buena gente, caballero, educado....

A mí todavía no me ha perdonado que NO esté casado con su hija. Y sobre todo, que desde entonces aún sigamos sin estarlo.

- Buenas tardes, buenas tardes... - saludé tomando asiento entre mi novia y mi suegro. Miguelón ya se estaba riendo desde la otra esquina de la mesa. Por lo bajini, pero riéndose.
- Anda que cómo nos hemos puesto, eh!! - el que te dije. Alto y claro. Por si hay algún despistado en la mesa. Apuntillando.
- No, no, qué va. Han sido dos o tres cervecillas - dos o tres docenas, pensé.

Yo no tenía hambre alguna. Es más, es que mi cuerpo ya no aceptaba ningún tipo de ingesta; ni siquiera con una cañita. Estaba cebao, cebao, cebao. Hasta el ojete. Rebosaba saciedad por todos los poros. Mi suegra, apocada y poco habladora cuando mi suegro está delante (como mandan los cánones establecidos; establecidos allí, claro) entró en el comedor con una gran olla humeante. Mi novia no me quitaba ojo. Y mi suegro ya estaba recortando el cartón del Cumbre de Gredos para beberlo estilo bota de vino.

- Bebes vino? - me preguntó después de servirle al pelota.
Tú verás. Primera comida en casa de mis suegros. Llego encima 10 minutos tarde. Con una jumera del quince. Y encima el resabiado pelota ese engominado también bebe vino. Pues qué quieres que te diga..., bebo vino del todo a cién, bebo agua de un charco y líquido para frenos, lo que haga falta.
- Gracias, Sr. Ramiro.
- Los hombres beben vino.
- Por supuesto - beben vino y mean Varon Dandy. Está claro.

Me caían gotas de sudor. Por entonces mi suegro aún no había comprado el aire acondicionado. Aquello era un horno. Un Ático a los cuatro vientos. Solano lo mires por donde lo mires. No había escapatoria.

- En la mili sí que hacía calor.
- Ah, sí...?
- En el Sáhara. En la legión. Tres años. Eso sí que era mili y no las tonterías que hacen ahora.
- Diga usted que sí, Sr. Ramiro.

Una olla enorme. En medio de la mesa. Humeante. ¿Humea la ensaladilla rusa?. Cuando la destapó del todo la humarada llegó al techo y el comedor se convirtió en una sauna.
- Nena, qué es? - le pregunté flojito a mi novia, entre dientes.
- Habichuelas.

A Miguelón le caían las lágrimas desde la otra punta de la mesa. Le caían de la risa y ahora sí, le era difícil disimular. Mi suegro bramó:
- Qué pasa, Miguel?. Por qué lloras?
- De alegría y felicidad, Ramiro. No se preocupe usted.

10 de Agosto. Provincia de Jaén. Tres de la tarde. 43 grados a la sombra de un olivo. Disco Inferno. TOMA MARMITA DE HABICHUELAS.
Mi novia, que sabía de qué iba el percal cuando nos vio entrar (como ya he dicho), dejó de lado un poco la inquietud, adoptó finalmente una clara postura comprensiva y quiso servirme (para dosificar la cantidad). Pero entonces algo ocurrió. El cuñado pelota se había llenado el plato hasta los bordes. Un plato hondo. Un plato sin fondo. Y a mi derecha, el plato de mi suegro era el plato de habichuelas que nunca se acaba de David Copperfield. Así que antes de que mi novia se hiciera cargo de mi plato, y ante su sorpresa (incluso la mía), me escuché diciendo:
- Eche más, Sra. Antonia, eche más. Sin miedo.
- Claro que sí, hijo mío, que estás mu seco.
Mi novia me miró asustada. Tragaba saliva. Mi suegro gruñó:
- Te gustan las habichuelas?
- Sí, señor. Y si están bien calentitas, mejor.

Me comí, bajo la atenta mirada de reojo de mi suegro, un plato (por no decir balde) y medio de habichuelas. Tantas como las suyas y, por supuesto, más cantidad que la servida al cuñado papafritas. Medio litro de Cumbres de Gredos a temperatura ambiente (se acabó el fresquito). Y casi una barra de pan.

- Prueba el chorizo, hijo, que está muy bueno. Y coge morcilla, a ver si te gusta. Y ahí tienes boquerones en vinagre si quieres, también - mi suegra, siempre tan atenta la mujer.

Luego el melón. Se coge un cuchillo y se divide exactamente en las partes que hay que servir. El melón entero. Es decir: cuántos quieren melón? Cuatro? Toma melón de 7 kilos dividido en cuatro partes. Y funcionando. The Twilight Zone.

Sirvió de algo? Bueno, depende del punto de vista de cada uno.
Estuve una semana (entera) a base de agua y poco más. Para no deshidratarme, básicamente. Pero mi honor quedó intacto. Nunca le caí bien a mi suegro, ni le caeré. Pero seguí sin casarme. Y seguiré (aunque algo me voy replanteando, ojo). Sea como sea, aquel día estuve a la altura de los más "machos". Satisfacción personal, oiga.

Han tenido que pasar 15 años para volver a comer habichuelas (por aquello de la variedad en la dieta y tal).
Y ojo...: del LITORAL.



FÍN.

Baltasar 2010

5 de Enero de 2.010. 09:45h. El Desayuno.

Bocadillo de caballa con su pimiento, su cebolla y sus olivas rellenas de anchoas, todo ello regado con una litrona Alcázar 5 estrellas. De acompañamiento unas berenjenas en vinagreta preparadas por mi madre; fuertecillas, como a mí me gustan. Tengo fiesta en el curro y encima hago de Rey Baltasar en la cabalgata del barrio. De puta madre.

11:45h. Primera indisposición.

Ha sido una pequeña molestia en el bajo vientre. Un rayito. Puede ser por el agua con la que hayan hecho la cerveza, pueden ser las berenjenas, puede ser la caballa, el aceite de la lata de caballa (que no es de mi marca habitual, todo hay que decirlo), las olivas rellenas de anchoa transgénica, a saber. Pero bueno, que no pasa nada, que mucho mejor ir a la cabalgata con las tripas limpias. Así luego no hay falsas alarmas.

13:30h. Retortijón trapero.

Estaba viendo en la tele Mujeres, Hombres y Viceversa, que lo tenía grabado del otro día, vale, sentadico en el sofá, y casi no me da tiempo de llegar al váter. He pensado de primeras que con un alivio de aires igual ya sería suficiente, pero al relajar el esfínter he visto que la mandanga venía en tropel y sin educación, que era algo más que la típica manchega que relaja para que se me entienda, así que he tenido que correr para no joder en primer lugar unos Diesel carísimos y, en segundo, el tapizado del sofá.
Me escuece un poco el asterisco. Estoy un poco incómodo.

15:15h. Joder, joder, joder....

Solo sale líquido. Eso sí, a presión. Como cuando pones el dedo en el chorro de una manguera para quitar las costrillas de paloma en el capó del coche. Soy un sifón de mierda humano. Y me arde. QUEMA. Es un puto volcán. Podría fundir con el ojete el mejor acero y forjar una docena de espadas para Conan El Bárbaro y herraduras para cuarenta caballos. Es el mechero de un Vectra tuneado. ES EL OJETE DE IRON MAN, JODER.

16:35h. The Texas Chainsaw Massacre.

Uuuuuuuuuffff..... (ayúdame, Vírgen del Carmen..., dame fuerzas en estos momentos...)
Me limpio de nuevo. Esta vez en lugar de hacerlo con papel higiénico lo hago ya directamente con una esponja ligeramente humedecida en agua y una gota de Fairy. El motivo: el papel mancha y rasca, la esponja absorbe. El Fairy, porque me gusta cómo huele. Suena el móvil. Se corta. Me quedo sin batería. Me visto y bajo al Julián. "Oye, Julián, ¿tienes crema para el ojete?." "No, esto es una Droguería, hijo; ve a la Farmacia." "No tengo tiempo, Julián, dame aunque sea una crema de manos." Subo a mi casa otra vez, guardo el traje de Baltasar en una bolsa de plástico del Mercadona y me unto bien untado el culo con crema de manos Nivea (la marca esa de las pelotas de playa). Me noto enpastifado, sí, pero me alivia. Cojo la bolsa, el betún negro, las llaves y, antes de salir, cojo también un manojo de plátanos de la cocina porque acabo de recordar que dicen que estriñen.

17:20h. Por el camino.

Me estoy comiendo mi cuarto plátano. Entran bien porque estoy en ayunas desde el desayuno de esta mañana. Cruzo el parque y miro a mi izquierda. Un grupo de niños de edades diversas está en semicírculo. Parecen pendientes de algo. Los Niños del Coro?. Espero unos instantes a ver si se arrancan con el Vois Sur Ton Chemin o un Adeste Fideles de andar por casa, pero no, lo único que se arrancan es un porro de las manos unos a otros. Un enorme porro de varios papeles que tiene ahora en su poder uno que no llega a los nueve años y que me mira desafiante tras pegarle una profunda calada.
- Qué miras, tolai.
No huele a hachís. Sino a caballo.
- Chaval, eres muy jóven para meterte basuco, ¿no?. ¿Lo saben tus viejos?.
- Que te follen, payaso.
Ah, bendita inocencia.
- ¿Quieres un plátano, chaval? -le contesto-. Están de puta madre.
- Vete a tomar por culo.
Me da otro retortijón y reanudo mi camino con apremio y levemente encorvado.

17:30. Por el camino. II.

- Oiga, Jefe, ¿puedo usar el lavabo o qué?.
- ¿Va a consumir?
- Hostia, Jefe, por favor se lo pido, que me rilo encima, por favor, por favor, por favor, que soy el Rey Baltasar de la cabalgata que empieza dentro de media hora en el Parque de las Palmeras.
- El Rey Pollas. Seguro que lo que quieres es pincharte, hijoputa - me dice echando mano debajo de la barra.
- Hostia que no, joder, que va en serio, que mire que es verdad que llevo el traje en la bolsa de plástico.
Mira la bolsa. Me mira a mí.
- Pero si el Baltasar es negro, joder.
- Mire, aquí tengo el betún. ¿Ve usted?
- Toma la llave, anda. Pero que sepas que no hay papel.
- Es igual, le cojo un servilletero, con su permiso. Dios se lo pague.

20:00h. La Cabalgata.

Breve resumen: le he hecho una brecha en la cabeza a una abuela que acompañaba a su nieta. Contusiones, también craneales, a seis señoras. Se han requerido puntos para todas ellas (para la abuela grapas y Loctite). Heridas en los ojos a 8 niños. Cinco pares de gafas rotas. También un buen puñado de dientes; algunos de leche, otros no, esto va como va. 5 personas con contusiones nasales. Luego también varias lunas de coches aparcados rotas, un semáforo (el color verde para ser exactos), un escaparate (el de una tienda de seguros) y algunos daños más que no me han querido precisar.

Total, QUE AL FINAL ME HAN QUITADO LA BOLSA DE LOS CARAMELOS DE LAS MANOS. Me la han quitado los hijos de puta estos. Eso sí, para ello han tenido que venir tres gorilones y el hijo de la Josefa, la de los frutos secos, que además de ser borderline con sus papeles en regla y su pensión también es segurata de una discoteca poligonera. Así que la cabalgata se ha acabado cuando mejor me lo estaba pasando.
- Amigo..., ¿Ha fumado usted cosas raras? - me dice uno de la organización con andares de importancia.
- No que yo sepa.
- ¿Y quién coño le ha enseñado a tirar así los caramelos?
- Los ninjas.

15 minutos después, tras algunas indecisiones por parte de los responsables (que me miraban de reojo todo el rato), alguna amenaza por parte de los gorilones y un guiño pistolero (gesto con el dedo también) del hijo de la Josefa mientras comía de una bolsa transparante unos cacahuetes con cáscara, y a falta de encontrar tan rápido un sustituto, me han dejado sentarme en mi trono (al lado de Gaspar) para recoger unas pocas cartas y hablar con los niños.

20:15h. Atención al cliente.


Y ahí estaba, encima de un tablao, con un frío que hacía que lo flipas, al lado de Gaspar, con mi manto, mi corona, mi betún negro, mi paje... y una alegría en mi cuerpo de pim, pam, pim, pam, pim, pam, que me vengo que me voy que me lo quitan de las manos, que yo no sé a cuento de qué. Y las tripas a su bola. Hedían a sótano de tortura medieval las hijas de puta cada vez que se me escapaba un gas.

- PAJE!!!
Se gira. Es un chaval con granos y cara de estar comiéndose un marrón del quince con el puto traje de paje real.
- PAJE!!! Ven aquí un momento haz el favor.
- Qué pasa.
- Vesme en un segundo a por tabaco, anda, cúrratelo.
- Cómo?
- Que me vayas a por tabaco, joder, que pareces corki. Si es un momento, hombre. Tú no te preocupes por los niños que ya me encargo. Toma, 3 euros con 15. Anda ves, va.

A un niño de tres años me lo quitaron del regazo. Su madre, creo. En cuanto lo sentaron se puso a llorar. "Uele mal uele mal uele mal". El muy hijoputa. No se callaba. Y el caso es que tenía razón. (Un servilletero en cada mesa del bar y escogí el que estaba en las últimas)
Otro de seis años. Francisquito. Que quería la PSP, la PS3, la Wii, la XBOX, la DS y un caballo.
- ¿Y el caballo para qué lo quieres, hijo mío? - claro, le dije yo.
- Para jugar con él al Provolution, señor.
- Ah, muy bien. Eso está muy bien, padre. Te daría un caramelito, pero es que me los han quitado esos señores malos que hay ahí abajo.
Otro también con seis o siete años. Iker. Que coge el cabrón y me dice que fumar es malo.
- Pues sí, Iker, es malo. Pero yo soy Rey. Soy el Rey Baltasar. Y como soy Rey puedo hacer lo que me salga de los putos cojones, sabes. Entonces puedo fumar cuando me de la gana y donde me de la gana, ¿pillas, no?.
- Sí -me contestó con los muy abiertos-. ¿Me traerás el coche de Spiderman?
- ¿El coche?. El coche, la moto, la bicicleta y hasta una golfa para que se quite las telarañas del nabo, hijo. PAJE!!! Quieres un cigarrito o qué, joder. Qué tío más soso, coño.

El Paje se me hacía el sueco, el cabrón. Creo que se había mosqueao un poco conmigo. Los gorilones y el hijo de la Josefa (todavía con su bolsa de cacahuetes con cáscara en la mano) estaban por subir al tablao. Me miraban con muy mala cara. Pero tenía a un niño de nuevo en mi regazo y eso les hizo recular. Unos 8-9 años la criaturita.
- ¿Y tú qué quieres para los reyes, caballerete?
- Tú no eres negro de verdad, tolai.
- Oh, vaya. Pues mira, tú tampoco haces pinta de ser hijo de tu padre, pequeño cabrón. Haces más bien cara de bastardo - le dije al oido.
Me miró sorprendido y forcejeó un poco cuando quiso desasirse de mí. Pero lo retuve. Sus padres estaban grabando la escena desde la acera, ajenos a todo y con la típica cara de gilipollas inmortalizando el momento, justo al lado de una vieja con un apósito en la cabeza que también me miraba de un modo raro.
- Se lo voy a decir a la policía - me dijo el niño mirando a un pitufo con chaleco fosforito.
- Yo también - le dije-. Les diré que fumas porros de basuco con tus amigos en el parque y que vacilas a los transeuntes. ¿Y qué dirán entonces tus padres, eh, pequeño hijo de puta? ¿Qué dirán al respecto?
Se calló. Me miró sorprendido. Alarmado. Dos lágrimas cebolleras le cayeron al momento.
- Por favor, señor...
 - No te preocupes, chaval. Solo era una broma. Toma, guárdate esto, que está de puta madre y tiene mucho fósforo. Se guardó el plátano en la chaqueta (el último del manojo) y bajó junto a sus padres sin mirar atrás. Su madre me saludó con la mano.

23:20h. Revelaciones en la cuarta fase.

Los plátanos tenían drogaina. Los había comprado mi madre en el LIDL hacía unos días. Por lo visto alguien se había despistado con la caraja y había desviado una partida de cajas de plátanos con droga al supermercado.
- Hijo mío, ¿estás bien?. ¿Te has llevado tú el manojo de plátanos de la cocina?. Te he estado llamando al móvil. ¿Estás bien, hijo? ¿Te los has comido? Ay, qué susto José Luís, cuando he visto la noticia en la tele.

EPÍLOGO.

16 de Enero de 2.010. 19:37h.

He ido al LIDEL cada día desde entonces. A comprar plátanos. Pero sin resultado. Bueno, miento, para ser sinceros la verdad es que ahora llevo sin cagar TODA UNA SEMANA.
Estoy estreñido hasta las cejas.

FÍN.