Blogoteca 20 Minutos

viernes, 5 de febrero de 2010

Hasta la Luna, y más allá.

Cuando Israel (El Isra) despertó era de noche. Parpadeó varias veces para enfocar bien la vista y, lo primero que le llamó la atención, fue contemplar la infinidad de estrellas que poblaban un firmamento extrañamente más oscuro de lo habitual. No recuerdo haberme dormido. Intentó incorporarse, como si con ello pudiera estar más cerca de ellas, tocarlas; jamás había visto tanta lentejuela brillante junta, ¿y tan cerca?. Allí, sin embargo, la luz más inmediata provenía de una curiosa luminiscencia que parecía irradiar del suelo y no de ese curioso cuadro nocturno que alguien había pintado en el cielo. Quiso hacer el ademán para levantarse y se topó con el segundo detalle a tener en cuenta (muy en cuenta): no pudo moverse. Podía girar levemente la cabeza a un lado y a otro, hacia delante y hacia atrás, con esfuerzo, y constatar que se encontraba en un paisaje árido y desierto a primera vista carente de cualquier atisbo de vida, pero el resto del cuerpo no obedecía. Ni un milímetro. Qué mierda pasa aquí. Cuántas estrellas. ¿Falta algo ahí arriba?. No recuerdo nada. ¿Como es que...?. Falta algo en el cielo. (o no?). Hostia, no puedo moverme.


Tras unos minutos de confusión durante los cuales empezó a abrirse paso, lenta pero inexorable, una incipiente sensación de ahogo (Joder, este pedal va a ser histórico, chaval. ¿Pedal? ¿Me he metido algo?. No. Estoy soñando), e incapaz de discernir qué era lo que chirriaba en aquel paisaje, alguien habló. No lo esperaba y el corazón le dio un vuelco tal que le dejó una burbuja de aire atrapada en el esternón. Mierda!!!.

- No busques más. Falto yo – le dijo una voz neutra carente de emoción, sin registros, serena y fría, con regusto a tubería. Ni muy cercana, ni muy lejana, por momentos a su lado y al mismo tiempo desde cualquier lugar. Giró de nuevo la cabeza a ambos lados lo más que pudo. No había nadie a la vista.
- ¡Eh! ¿Quién hay ahí? ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?– preguntó.
- Soy la Luna –respondió la voz sin variar un ápice su extraña sonoridad-. Y estás aquí, conmigo, sobre mí.

Sobre mí... Israel tuvo una revelación instantánea. Volvió a mirar el oscuro firmamento plagado de estrellas. El increible decorado que alguien había puesto ahí para deleite de alguna melosa pareja de enamorados. ¿Es real? ¿Hay enamorados aquí?. Luna lunera, cascabelera, ¿dónde estás?

- Me tomas el pelo. Madre mía, la Luna, dice. En serio, ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Y por qué mierda no puedo moverme?
- Dijiste, y cito textualmente: “Sube el volumen, Javi. ¡Y a volar hasta la Luna, socio!”. Te doy las gracias. Llevo eones (por decir algo) solo, salvo espóradicas visitas acompañadas de banderitas que se hacen la foto y se van. Por no hablar de las Polaroid volantes con antenas que llegan de vez en cuando desde vuestra casa. Si te fijas, detrás de aquel peñasco asoma la punta de una de esas banderitas. La olvidaron hace tiempo.
- Sube el volumen, Javi... ¿El Javi?. Joder, sí, el Javi. Estaba con el Javi!!. Buá qué colocón he tenido que pillar. Y esto..., esto es la típica paranoia cuando te metes basura cortadísima. Desmadre. Desorientación. Descontrol absoluto. Ausencia total de leyes científicas tal como las conocemos. Ahí lo tienes, por eso no puedo moverme. ¿Y qué más?.

Tenía la sensación de que debía acordarse de algo muy importante, pero su memoria estaba reseteada y su respiración, cada vez más pesada, sofocada, tampoco ayudaba a mantener la calma. Buá, tío, joder, joder, joder, esta vez sí que nos hemos pasado de vueltas, Javi. JA!!. Bueno, pues sigamos el juego. Hasta que llegue el día y esta mierda acabe. La resaca será dura, pero no importa.

- Está guay - dijo el Isra intentando parecer sereno-. Ya te digo, fiera. Una pasada. Y ahora, como en las pelis, me dirás que estoy muerto, claro. ¿A que sí?. ¿Estoy muerto?. ¿Y por qué preguntas eso, Isra?
La voz le respondió sin ambages ni dramatismo alguno.
- Sí.
- Sabía yo que... ¿Y el Javi?
- A punto.
- Ya. ¿Y mis padres? ¿Y mi hermana? ¿También están muertos? ¿Se ha acabado el mundo o qué?
- Ahora mismo están juntos, en el Hospital Gregorio Marañón, llorando al pie de tu cama. Han decidido finalmente desenchufarte la respiración artificial. Es inútil. Están esperando al doctor para hacerlo.
- La respiración arti... ¿Entonces por eso no puedo moverme? ¿Porque estoy muerto? Vamos, no me jodas.
- Prácticamente - respondió la Luna, implacable en la sobriedad de sus contestaciones.
- Estoy soñando.
- En absoluto.

Joder, no recuerdo nada y me parece a mí que debería hacerlo. ¿Debería hacerlo?. Estoy soñando. NO-ME-JO-DAS. Estoy soñando, ¿no?.
Había pasado malas noches con anterioridad pero esta empezaba a superarle. Imaginar a su família llorando su pérdida hizo que su falsa impostura hasta el momento se desvaneciera y las empalizadas empezaran a caer como filigranas hechas con palillos de dientes ante un vendaval. Las lágrimas, sin previo aviso, comenzaron a resbalar por sus sienes. No podía secarlas. Pensó en todos esos rollos de la gravedad que le habían hecho estudiar en el Instituto y esperaba verlas flotar en el aire. ¿Acaso no estoy en la Luna?. Y también pensó en despertar, claro. En despertar YA. Abre los ojos. Abre los ojos. Abre los ojos. Pero nada de eso ocurrió. Seguía allí tendido. Desarmado. A merced de alguien. Impotente. Incapaz. La desazón le desbordaba. La puta aventura del Isra en la Luna de las Maravillas debe terminar ya, y cuando despierte, tirado en cualquier acera al lado de mis todavía humeantes potas, me reiré de todo esto. O a lo mejor ni me acuerdo de nada, tanto da; tiremos de lógica y desmontemos el chiringuito. Un último chispazo de determinación.

- No estoy muerto, payaso. No es posible. Estoy vivo y bien vivo. ¿No ves que estoy llorando so gilipollas?. !ESTO ES REAL!. ¡LOS MUERTOS NO LLORAN, JODER! – terminó gritando el joven.

Tras una pausa eterna durante la cual Israel empezó a sentir un mínimo atisbo de euforia ante la ausencia de réplica, la voz habló de nuevo:

- Eso dicen todos.
- MENTIRA!!!!
- Verdad. Por cierto, Israel, ha sido realmente difícil para tu madre en última instancia, pero finalmente ha accedido y te han desenchufado la máquina. Por tanto, ahora sí: bienvenido.

Alguien le dio al interruptor y las estrellas se apagaron una a una, a pares, de tres en tres, en pequeños grupos, y así sucesivamente en una cadena ininterrumpida como si del apagón de un recinto ferial se tratara. La extraña luminiscencia del suelo menguó hasta desaparecer. Luego, la oscuridad.



--------------------------------------------------------------------------------

No hay comentarios: