Blogoteca 20 Minutos

viernes, 5 de febrero de 2010

Valentino Mon Amour. (2)

Me he depilado mis partes por primera vez en mi vida. Con crema VEET. Todo ello después de leerme 6 veces seguidas las instrucciones. Laboratorios no sé qué, ponía. Luego, con suma precisión, he rematado la faena con mi Gillette Mach Fusion. Con motivo de este gran trabajo de orfebrería ahora mi gran pene circuncidado parece una Oscar Mayer XXL. No pasa nada, todo por la causa. La crema VEET huele a depuración de aguas residuales. Con ayuda de un espejo de mano y cierto equilibrio que casi me cuesta un esguince de tobillo he apurado unos pelillos en la parte de atrás del escroto. Una vez he considerado que el trabajo estaba terminado no sabía a ciencia cierta si calmar la irritación de la zona con Nivea o directamente con after-shave para después del afeitado. He optado en última instancia por un after-shave muy bueno que venía con la colonia. Estaba frío de la hostia. Me he preparado un cubata para el afeitado de la barba y he usado de nuevo el after-shave (esta vez para su cometido habitual). Acto seguido, entre trago y trago, con unas tijeritas me he quitado los pelos de la nariz, y tres de las cejas que habían dado un estirón (por lo visto). Me he hecho la pedicura en pies y manos con ayuda de un cortauñas de los chinos y papel de lija (no tenía otra cosa a mano). Aprovechando tanta suavidad Nenuco, me he cascado una pajilla a mano cambiada para luego poder dar un rendimiento satisfactorio. Mano de santo, oiga (valga la redundancia). Me he rociado entero con Is San Lorán. Huelo a macho. Por último, y antes de salir del baño, he vuelto a mirarme el nabo y las pelotas ante el espejo, desprovistos de todo abrigo natural, y le he rogado a Dios que a la Rosario le guste el resultado.


Parezco una charcutería con patas con un cubata en la mano y olor a colonia cara.

Cuando he ido a coger el ramo y las llaves del piso he visto la tabletilla de pastillas que me ha dado Paco, el del kiosko.¿Y con esto qué hago?. Ni puta idea. Total, que me he echado tres a la boca para apurar el cubata. Mejor que sobre que no que falte. Con dos cojones.

He subido de puntillas hasta el Tercero. De puntillas y a oscuras, por la escalera, para evitar las mirillas de los francotiradores cotillas. He picado despacito en su puerta con mi contraseña secreta. Pom, pom, pom-pom-pom. Y en seguida me ha abierto la puerta. Ella no recibe visitas habitualmente. Está claro que me esperaba. Sabía que vendría.

- Hombre, hombre, hombre, dichosos los ojos. Pero a quién tenemos aquí!!
- No chilles Rosario, por Dios, que esta gente es muy chismosa.
- Pasa, anda, Ríchar Guer. ¿Esas flores son para mí?.

Cuando cerró la puerta tras de sí la miré de arriba abajo. Estaba radiante con su bata de boatiné y sus pechos sin sujección apuntándome como dos misiles tierra-aire.

- Qué guapa estás, Rosario.
- Y tú que zalamero eres, Chumoski.
- Que no, que es de verdad, mujer.
- Pasa al comedor que está la mesa puesta. Lávate las manos antes, eh.
- ¿Has hecho tortilla de patata, Rosario?
- ¿Tú qué crees?

Comimos y bebimos. Reimos y nos contamos miles de cosas. Dos meses dan para mucho aunque la que más hablaba, como siempre, era ella. Yo estaba muy excitado y sin más preámbulos le eché la mano por debajo del mantel y la metí entre sus muslos. Abiertos para mí con la bata colgando a los lados prometían el paraiso para desheredados de la tierra como yo.

- Chumoski. Falta el postre.
- ¿Qué hay de postre, Rosario?.
- Sorbete - me dijo suavemente, saboreando las sílabas.

Se me puso el ciruelo como una barra de pan de cuatro días. Eh!! Y de las congeladas, cuidado. Una dureza extrema casi dolorosa. Hubiera podido partir 800 kilos de nueces de Calfornia y embolsarlas para la venta.

- Pues con tu permiso, voy a empezar -le dije inclinándome hacia debajo de la mesa.
- Chumoski, de limón. Sorbete de limón. Anda, tarzán, siéntate en el sofá mientras me pongo algo más cómodo y traigo los heladitos de la cocina.
- Lo que tú digas, Rosario. Sabes que venero tu imagen divina. Tu estampa de reina. La diosa de los cielos que manda sobre el aire que respiro. Te he echado de menos Rosariyo. Y a tu tortilla de patatas también, ojo, respetos al máximo en este sentido, eh.
- Ay, Chumoski, qué prenda estás hecho. Anda, ve, que no tardo nada.

Me senté en el sofá y en cuanto desapareció hacia la cocina me desabroché la bragueta. Me calmó un poco pero no suficiente. Así que también me bajé los calzoncillos y saqué mi miembro al aire libre. Con cuidado de que no me viera la Rosario me tapé con un cojín y miré por debajo. Me asusté. Aquello no era normal. Yo conozco bien mi miembro viril y aquello duplicaba su tamaño habitual en estados emotivos. Por si fuera poco tenía un color..., un color tirando a oscuro. Parecía una berenjena, joder.

Dios mío qué me has hecho (Camilo Sesto).

Mercedes Milá en la tele. No me lo pensé dos veces. Empecé a masturbarme con fruición. De fondo escuchaba el traqueteo de los platos en la cocina. Rosario no tardaría en volver.

- Chumoski, qué haces!!!
- Rosario!!. Perdona, hija, pero es que...
- Dios mío!!!

Me había visto el ciruelo.

- Vírgen bendita, Chumoski... Pero qué has hecho?? Te has operado??
- No, yo..., la verdad es que...
- No te muevas, por Dios. NO-TE-MUEVAS. Espera un momento.
- Vale, vale.

Volvió a desaparecer hacia el interior del piso.

TO BE CONTINUED...

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