Blogoteca 20 Minutos

viernes, 5 de febrero de 2010

Valentino Mon Amour. (3 y FÍN)

- Chumoski, mira para aqui!!
Mi giré en el sofá y un flash sorpresivo y cegador me llenó de estrellitas el campo visual.
- Mecagoen..., pero qué...
- Hijo, me vas a perdonar pero una cosa así no se ve todos los días.

Me había hecho una foto con la mazorca inflamada en la mano y Mercedes Milá, de fondo, en la tele, increpando a alguien del público. Yo estaba esperando que apareciera con algún ungüento milagroso y lo que traía en las manos era una Reflex de esas japonesas que valen un pastón.

- Joder, Rosario. Ya te vale.
- Ay, cielo mío, perdóname pero es que esto es para el libro ese de la cerveza, Chumoski.
- El Libro Guiness.
- Ese.
- Rosario, ayúdame, hija. En serio. Que estoy muy incómodo - le supliqué -

Dejó la maldita cámara encima de la mesa. El mantel de flores todavía estaba puesto. Se agachó entre la tele y yo. Se abrió la pechera; pues sabe que me gusta verle bambolear los tremendos panales de rica miel mientras lo hace. Cogió mi desaforado miembro e intentó metérselo en la boca. Probó de izquierdas. Probó por la derecha. Por el centro. De abajo arriba. De arriba abajo. Probó una y otra vez exigiendo un esfuerzo titánico a su quijada.

- Chumoski. Esto no me cabe en la boca.
- No puede ser, Rosario. No puede ser. Si yo te he visto comerte los Burri Kin XXL en dos bocaos, mujer.
- Ya lo sé, pero esto no me cabe. De todos modos tú no te preocupes, rey, que lo vamos a arreglar como mandan las legislaturas - me contestó mientras se quitaba la bata, arrodillada ante mí, y se quedaba en bragas. En bragas de color carne. La visión de las mismas no hizo sino acrecentar la gigantesca erección que sufría. También el dolor.
- Dios te bendiga, Rosario. Bendita seas entre todas las mujeres de bien.
- Marrano - me dijo poniéndose a horcajadas sobre el falo totémico.

Siempre me he portado bien con la Rosario en asuntos carnales. Nunca un reproche. Ella está contenta conmigo y yo con ella. Sin embargo, JAMÁS la había escuchado sollozar y gemir como aquella noche.

Estaba sobradamente humedecida y su vagina dio de sí lo que hizo falta y más. Así pues, primero con cierta precaución y luego sin tapujos, el falo totémico no tuvo problemas para introducirse dentro de ella según la marcha convenida a su voluntad. Es lo que tiene una vagina que no tiene una boca, claro. Esa flexibilidad muscular capaz de alumbrar niños de unas cuantas arrobas. Total, que ahora reducimos, ahora aceleramos, ahora punto muerto, ahora meto primera, segunda..., vamos, que se la veía disfrutar a la mujer, con la vena en el cuello como la Patiño y los sudores manga en la frente.

Yo, aún y todo, y tras una primera corrida apoteósica, una segunda regulín regulán, y luego ya, tres gotas guarras como si de un colirio se tratara, los orgamos se acabaron. Se acabaron, sí, pero aquello no hacía pinta de desinflarse. Ni mucho menos. Finalmente la Rosario me hundió la cabeza entre sus inabarcables pechos y con un último estertor y un punto de asfixia por mi parte, escuché que me decía:

- Chumoski, ya estoy.
- Eso está bien, madre - le contesté -. ¿Y ahora qué hago con esto? ¿Probamos por detrás?
- Venga, que me pongo.

Se puso a cuatro patas con la llanura de los indios sioux en pompa. Sudorosa y con ojeras de vicio. Extasiada. Sus mapamundis mamarios colgando.

- Dame, Chumoski, dame a ver si baja eso de una vez, padre. Venga.

Primero intenté penetrarle el ojete gracias a los mismos fluidos vaginales pues en principio y de momento todo estaba bastante humedecido. Así pues, empujé un poco. Luego un poco más. Insistí, siempre con cuidado y cariño. El cariño es fundamental. Yo soy una persona cariñosa hasta para dar por culo, siempre lo he dicho.

- Rosario. Esto no entra. Cógete así un poco los cachetes con las manos y a ver si así...

No. No entraba.

- Bueno. Espérate un momento que voy a por la vaselina.
- Vale.

La vaselina se había acabado. El pote estaba vacío. Así que probé con Aceite Johnsson's. Tampoco. Luego me eché gel de baño Sanex; ese que hace mucha espuma y huele muy bien. Nanai. Le cogí de la nevera un trozo de tocino blanco que tenía guardado para hacer cocido al día siguiente y me lo restregué unas pocas veces. No hubo forma. Y encima se me quedó olor a bacon.

- Rosario, espera que voy a por la mantequilla.

La media tarrina de Tulipán echada a perder en el ojete. La Rosario roncando con el culo en pompa. Agradecida y emocionada. Plenamente satisfecha la pobrecica mía. Feliz. Me recosté en el sofá con el palitroque apuntando al cielo infinito (en este caso, al techo del piso). En la tele Mercedes Milá dio paso al X-Extended. 10 minutos diarios de ejercicio con X-Extended y se te pone el ciruelo como a Conan El Bárbaro. Me reí.

Total, que me entró hambre, cogí unas rebanadas de pan bimbo, las unté con la mantequilla del ojete de la Rosario y me hice dos sandwichs de jamón y queso. Ni la moví. Le puse por encima una manta y así la dejé en el sofá. Yo me bajé para mi casa, me eché en la cama y me puse una bolsa de hielo encima del nabo. Ni por esas.

Estuve cuatro días seguidos sin poder dormir. Y por mucho que Rosario me picó a la puerta..., no le abrí.

- Abre, Chumoski, que te he hecho tortilla de patata.
- Que no, Rosario, que no.
- Abre, no seas tonto, que no te voy a hacer nada.
- Mentira gorda.

Cogí la baja médica, pero sin ir al ambulatorio. Hice venir al médico y disimulé el nabo con un cojín. No podía ir a trabajar en esas condiciones. Meterme en el bus y en el metro. Pasearme por el trabajo con semejante bulto. Imposible.

- Chumoski, sé que estás ahí. Abre, va, que te he comprado en el carreful un dvd de una peli de esas de miedo que te gustan mucho.

Al cabo de una semana volví a la normalidad. Hoy he contratado a dos chavales de esos que se saltan las clases y comen pipas en los parques. Les he dado 1.000 duros para que le metan fuego al kiosko del Paco. Máxima discreción.

- No se procupe, señor. Eso está hecho. ¿Y cómo quiere que le metámo fuego?. ¿Con el kioskero dentro o cuando esté en su casa?
- A vuestra bola. Pero sea como sea el Lucky me lo salvais y me lo traeis.
- Vale, Jefe.

Voy a picarle a la Rosario, no sea que esté enfadada.

FÍN

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