Blogoteca 20 Minutos

miércoles, 24 de febrero de 2010

Noche de Fiesta. (Cap.1)

- Vente, Chumoski, vente. Que vamos a un sitio nuevo que nos han dicho.
- Mira, nen, que yo no tengo muchas ganas hoy y además estoy un poco de bajón.
- Tonterías, tú te vienes con nosotros, que esta noche verás lo bien que lo vamos a pasar.
- ¿Dónde vais?.
- A Barcelona. A un sitio de lujo. Hoy mojamos el churrico, fijo. Vente y no seas tonto. Déjate de paranoias, hazme el favor.
- ¿Puedo ir con las Nike nuevas?
- No, no, no..., de eso nada, Chumoski. Tú te arreglas como tú sabes y te lavas bien tus bajos por si las moscas. Además van a venir el Davilín, el Jose Luís y el Albertico. Verás tú qué fiestón se monta, nen.
- Eso lo hago todos los días, Tirilla.
- ¿Pegarte un fiestón?
- No. Lavarme los bajos, que pareces tonto. Sabes que siempre tienen que estar en perfecto estado de revista. Estás empanao, nen.
- Putamadre, tío. Luego te pico.

Subió el Tirilla a mi casa justo cuando me estaba aplicando el after-shave. Ya estaba vestido. Con mis Levi's nuevos de trinca, mis topolinos relucientes, mi camiseta de esas ajustadas, negras, pegaíta al pecho. Con mi gomina con brillo efecto mojado, mi jabón Lagarto en los sobacos y en los huevos, todo rematado con medio frasco de Is San Lorán (que se la compré a un moro a mitad de precio) por encima. En definitiva: hecho un pincel. Un pincel un poco tirando a belleza despistada, vale, pero a ver, tampoco para tirarse de los pelos. Y si no mira el tío callo ese que está casado con la Beluchi. Por ahí van los tiros. Pero sin Beluchi, claro (y al paso que voy, y con la suerte que tengo...).

- Tirilla, a ver qué estás haciendo, que no te escucho!!!.
- Ná malo, Chumoski, ná malo, hombre.

Cuando entro en el comedor me lo encuentro sentadico en el sofá con las piernas estiradas, la botella de Cardhú al lado y fumándose el tío un tres papeles como un demonio mientras miraba a la Bárbara Rey en el "Dónde estás Corazón".

- Date cuenta lo buena que está la Bárbara esta, eh, Chumoski. Con la edad que tiene la mujer y hay que ver lo bien conservada que se la ve.
- ¿Estamos a gustito, no?.
- Chumoski, nen, esta noche va a ser la repolla. In-olvidable, te lo digo.
- Me voy a cagar en tus muelas, haz el favor de quitar los pieses de la mesita, anda. Y ya puestos, pásame eso que como te lo fumes tú solo ya sé yo lo que va a pasar. Que tienes menos conocimiento que....

Le pegué una calada y se me encogieron los pulmones. Solté dos lagrimones.

- La madre que te parió, Tirilla. ¿Se puede saber qué coño le has echao a esto?.
- Joder, Chumoski, quién te ha visto y quién te ve.

Será hijoputa...

Nos metemos en el Forfi bien calenticos los dos. Que pim, que pam, que me vengo que me voy, qué contentos estamos y qué bien nos lo pasamos. Ya sabeis. Con tres whiskis dobles antes de salir de casa entre pecho y espalda y el megaporro aún en plena erupción. Con un puntico en condiciones, así lo digo, que soy persona sincera y no me duelen prendas en contar las cosas como son. Ponemos la musiqueta y nos vamos para Barcelona. Antes de llegar, en el Nudo de la Trinidad, en la Ronda de Dalt, vemos un control de de las fuerzas de seguridad del estado. Ya la hemos liado. Frené el coche, claro.

- Coño, Tirilla, abre la ventanilla que salga esta humareda, por Dios. La madre que te parió. Tíralo, cojones.
- Sí, hombre, y un mojón. Que esto es caro, eh.
- Me cago en... Baja la música, coño.
- Hola, buenas noches, señores. ¿A dónde van ustedes? - me dice el de las fuerzas del orden. Dos metros de fuerza del orden, ojo. Y con una boina. Sin rabillo.

Yo estuve a punto (pero a punto, a punto, a punto, eh) de contestarle como al Miliki, al Fofito y al Milikito, sabes. Aquello de: "Bieeeeeeeeeeeeeeeeeennnnnnn!!!!!". Pero gracias a la Vírgen del Carmen, no sé cómo, me puse muy serio. Es tontería buscarse una ruina por algo así, tú sabes lo que te digo, no. Así que, haciendo acopio de serenidad y poderío mental, le contesté con toda la educación del mundo reconcentrada en mí. Y es que uno no sabe bien cómo va a reaccionar en según qué situaciones, eh. Hay que ver lo que es el cerebro humano. Misterioso e indescifrable. Hay algunas excepciones, como el Tirilla por ejemplo, que lo ves venir desde 4 kilómetros; solo piensa en fumar hachís, en pelársela como un mono, y en volver a fumar hachís. Y tiene novia, ojo, pero como es de esas que dicen que solo la puntita y que hasta el matrimonio no entra nada más, pues.... O el Albertico, otro que tal, que se sabe de memoria todos los títulos de crédito de las películas de la guerra de las galaxias, se viste de soldado del imperio de vez en cuando, con 35 años que tiene el tío, y se lía a sablazos láser con los niños del parque (hasta hacerlos llorar el muy gilipollas). Pero tampoco hay que ser cruel. A uno, dice la leyenda urbana que de chico se intoxicó con un Burmar-Flax en mal estado. Y el otro..., bueno, es igual, déjalo estar.

- Mire usted, señor Agente, que es que mi mujer acaba de dar a luz en San Juán de Dios.

Lo primero que se me ocurrió. Improvisando. Con dos cojones.

- Y este es el padrino de la criatura, sabe usted, que he ido a recogerlo y ahora vamos para allá con los nervios y con alegría, y bueno, pues ya por el camino lo hemos estado celebrando un poquito, eh, pero ojo, siempre con conocimiento y saber estar, cuidao. Poca cosa. Se lo juro. Porque yo es que me bebo una manzanilla y al momento se conoce que mi organismo no la acepta del todo muy bien y oiga, como que..., usted me entiende. Lo mejor es el agua. De toda la vida. Y lo más sano. ¿Sí o no, Tirilla?.
- Fijo.

El representante de la ley nos miraba a uno y a otro, entornando los ojos como Lee Van Cleef en "El Bueno, El Feo y el Malo". Yo seguía a lo mío para que no se despistara. Había que mantenerse firme.

- Un cachorrico precioso, Jefe. Y ha salido macho, sabe usted. Le voy a poner Kevin José. Kevin porque me gusta y José porque me gusta también.

Para mis adentros yo sabía que, aún y los esfuerzos sublimes por mi parte para mantener un mínimo de coherencia, estaba orinando fuera del tiesto, salpicando por todos lados. Es curioso como por mucho que la parte no trastornada insiste en tomar el control, nunca llega a imponerse y uno sigue en manos del whisky. Por no hablar de los efluvios de los psicotrópicos del Tirilla. Sea como fuere, el agente, con su chaleco fosforito, callaba y seguía mirándonos con una sonrisilla en la boca así como de medio lado. Y nosotros, con los ojos como Christopher Lee harto de aguardiente, finalmente también calladitos, a ver qué nos decía. Expectación al máximo. Ojetes apretados. Solo faltaba una bola de esas de broza arrastrada por el viento en el polvoriento asfalto y el reloj del campanario dando la hora en punto.

- Venga, circulen. No recuerdo que nadie les haya dicho que pararan. Así que rapidito no sea que me arrepienta. Ha habido un accidente y me están entorpeciendo la circulación.

Hostia...

- Ah.... (hostiahostiahostia) Yo es que pensaba que era para soplar y eso, agente. Y como somos gente legal y sana pues por eso nos hemos parado.
- No. No somos de alcoholemia ahora mismo. Ahora bien, si no me espabilan no tardo nada en traerles el cacharrito.
- No, no, no hace falta, por Dios. Aunque ya le digo que estamos limpios como la patena. Pero que vamos, que no se preocupe que nos vamos cagando hostias ahora mismito. Perdone usted, eh, por las molestias. Ahora mismo nos vamos de parranda, digo..., a San Juán de Dios. A-SAN-JUÁN-DE-DIOS. A ver la criaturita. ¿Sí o no, Tirilla?.
- Estás tardando.
- ¿Perdona, nen..?
- Que estás tardando, Chumoski. Mete primera, rey.
- Ah, sí, claro, claro, anda que yo también... Buenas noches, señor agente, Dios lo tenga en su gloria. Muchas gracias por todo. Para San Juán de Dios..., por aquí recto, ¿no?. Vale, vale. Gracias. Sí. Gracias.

Nos fuimos, claro. Con el cebollón a cuestas. El Tirilla miró por el retrovisor y cuando se aseguró que ya había suficientes metros entre el control y nosotros se echó mano al bolsillo y volvió a encenderse el porro. Entonaba una canción de esas veraniegas.


TO BE CONTINUED.

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