Blogoteca 20 Minutos

miércoles, 3 de marzo de 2010

Noche de Fiesta. (Cap. 5)

Pamela estaba mirando para Cuenca. Y yo no sabia bien para dónde mirar. Era la primera vez en mi vida que un culo me cohibía un poco, lo reconozco. Pero resulta que no estamos hablando de un culo corriente, joder. Eso eran dos enormes pelotas de hormigón antiaparcamiento. Pintadas de negro, claro. Fíjate que abrí los brazos, en cruz, todo lo que dieron de sí, tú me entiendes, y todavía no podía abarcarlo como Dios manda. Eran dos montañas con un valle en medio. El triángulo trasero del tanga lo veía bien, en la conclusilla (por respetar la denominación original, ojo) del culo, pero luego, la tira del mismo, inmediatamente después se perdía en las profundidades abisales de esas dos grandes masas de carne compacta. Porque esa es otra: tras un primer contacto manual, pude comprobar, absolutamente incrédulo, que estaba duro como el mármol; y por si fuera poco, respingón. Me agaché un poco para ver dónde estaban las vigas de soporte y... NO HABÍA NINGUNA!!! "¿¿¿Pero esto cómo se aguanta, Chumoski..???". Cosa de brujas, estaba claro. Le di un beso con devoción a mi crucecita de Caravaca, me armé de valor y lo miré de nuevo en toda su extensión. Dos praderas oscuras que se perdían en el horizonte, divididas por el Gran Cañón del Colorado, me devolvían la curiosidad, desafiantes, así como diciendo: "a ver si tienes cojones de echarme cuentas".

- Pamela, ¿tú sabes que tu culo tiene un trabajo de tres pares de huevos, hija?.
- Jijijiji. - se reía la muy jodía.

- Mira, vamos a hacer una cosa. Tú quédate así quietecita, vale, porque yo para esto necesito coger fuerzas, comprendes. Me quitaste antes media vida, y te aseguro que no me voy a dejar la otra media en esta campaña. Así que vamos a estudiar la situación y a tomar las medidas oportunas, tú sabes lo que te digo, no.
- ¿Así estoy bien, paaapi?.
- Perfecta.

Cogí el teléfono y marqué la extensión correspondiente. La Supermulatona Atómica con el culo en pompa encima de la cama. El somier, con inquietantes quejas cada vez que la negra respiraba. Y en la tele, malas caras. Parece ser que el gigante calvo ese asexuado y el Jefe espartano (el de las barbas y la mala folla) no se han puesto de acuerdo.

- Ríndete, alma de cántaro. No sois más de 300, y nosotros un imperio de asesinos. Y además traemos elefantes, máquinas de guerra y todo tipo de jodiendas militares - dice el rey afeminado, con las cejas pintadas con Rotring para delineantes, todo él maqueado encima de su trono transportado.
- Tu puta madre, calvo maricón.

Lo dicho: se avecina un tsunami de hostias. Esto se pone interesante.

- ¿Sí? ¿Hola?. Sí, hola, buenas noches. Mire usted, soy el de la habitación de la Pamela.
- Hola, buenas noches caballeros, ¿qué desea?, ¿algún problema?.
- No, no, no..., ninguno, por el amor de Dios no se preocupe usted. Mire una cosa..., me va a hacer el favor de subirme aquí un bocadillo doble de pata negra con una litrona bien escarchadita, usted me entiende, verdad.
- Perdone, caballero, pero es que no tenemos servicio de comidas en las habitaciones.
- Ah, no lo sabía - le dije. A la par, me pareció reconocer un cierto deje aceitoso en la voz -Disculpe, un momento... ¿usted es el camarero que me ha soplado 50 leuros por un cubata y un Agua de Vichy?.
- Son las tarifas estipuladas, caballero.
- Bueno, pues mira una cosa que te voy a decir, vaquero... A mí es que me da absolutamente igual, vale. Ya lo ve usted. Cosas mías. Así que ya me te me estás espabilando cagando hostias y subiéndome lo que te he pedido, porque tengo encima de la cama un trabajo guapo pendiente de solucionar del copón y no quiero hacerlo esperar mucho tiempo, tú me entiendes, no. Te doy 10 minutos.
- Mire, señor, le estoy diciendo que...
- Que me importa una mierda lo que me estés diciendo, marinero. Ya han pasados 2 minutos. Bocadillo doble de pata negra. Si puede ser de 5 Jotas. Y la litrona, bien fría. Ahí me da igual que sea San Miguel, Cruzcampo, Mahou o la que sea. No importa mientras no sea Light o sin alcohol. ¿Estamos?.
- Oiga, caballero, tengo la sensación de que usted se está excediendo.
- Como baje para abajo y te ponga la placa en la frente y la pipa metida en la boca te vas a enterar tú de lo que es excederse, so gilipollas. Te voy a pedir toda la papela de las chavalas y como vea una sola que está de estranquis te doy una alegría metiéndote en el corredor de los maricones en la Modelo. Pobre de tí que me subas la cerveza caliente.

Dos o tres minutos después picaron a la puerta. Una chica muy guapa en paños menores aguantaba una bandeja con las dos manos. Dos bocadillos de jamón envueltos con servilletas, dos litronas sudando (con la escarcha chorreando) y una botella de Cardhú.

- Qúe aproveche, señor.
- Muchas gracias, bonita. Me vas a disculpar pero no llevo encima nada suelto más lo que estás viendo, que es lo que el Señor me dio en su gracia divina. Y ahora está relajado.

Me subí encima de la cama con la bandeja.

- ¿Quieres, Pamela?.
- No, gracias, cariiiiño.
- Bueno. Pues tú estáte quieta ahí un momentito, eh, tal como estás, no te muevas, que yo me ventilo esto en un periquete viendo acabar los 300, cojo fuerzas, que son necesarias, y en seguida yo te doy placer sexual asalvajao, tú sabes lo que te digo.

Ella seguía en pompa encima de la cama. No se había movido ni un milímetro. Yo comencé con el primer bocadillo. El jamón estaba un poco seco, para mi gusto, pero bastante sabroso. La cerveza estaba en su punto.

- Hay que ver qué huevos le echan los espartanos estos, eh, Pamela. Son 300. Y los otros, miles de facinerosos. Quédate con la copla que vas a flipar, nena. Se conoce que el calvo ese y el Leónidas (se llama Leónidas, sabes) se han dicho unas pocas cosas a la cara, vale. Tú verás la que se lía.
- Aaaaayyy, mi amooool, qué guaapo son los espartaaaano.
- Joder, Pamela, sí que eres golfilla, sí. ¿Serías capaz de follártelos a todos?
- Hooombre, si hay que hacer un esfueeerzo, tú sábe. Con esos cueeelpo que tienen, paaapi. Tú qué quiéeere que yo haaaga, chico.

La Pretty Woman, sabes. Ya ves.
En la tele dejaron a los espartanos como coladores. Había manchas de sangre en la pantalla. Los pusieron marcando el paso, nen. Solo faltó que les dieran por culo. Madre mía de mi vida qué destrozo más grande y qué pena para sus madres. Si es que hay que ser, con perdón de la expresión, un poco gilipollas, sabes. ¿Pero qué haces vacilándole al calvo heterogay con los 200.000 asesinos con que ha llegado, hijo mío?. En fín. Que para otra ocasión ya saben lo que hay.

Me comí el hasta el cuscurro del último bocadillo, le pegué un último y largo trago a la segunda litrona, me tomé tres whiskazos y, girándome para la Pamela, le dije:

- Ahora sí. Ya me siento en condiciones, guapa. ¿Vamos al negocio o qué?
- Váaaamo, paaapi. Que estoooy calieeeente.
- Ya. De ver tanto tío cachas, eh, Julia Roberts.
- Jijijiji.

Me coloqué detrás del inmeso trasero. El catre estaba cada vez más hundido por el peso. Abrí los brazos lo máximo que pude; como si fuera a hacer el salto del ángel, vale. Con el cuerpo bien saciado me sentía poderoso. Tenía, de nuevo, una tremenda erección y mis cojones, pegados al culo, volvían a brillar en su máximo esplendor como dos estrellas con luz propia. Se me marcaron los bíceps cuando, en primer lugar, abrí las carnes para localizar el objetivo. Luego, aguantando con una la separación de las dos pelotas de cemento negro antiaparcamiento, logré con la otra apuntar al gran asterisco estriado que tenía como ojete. Una gran estrella de David.

Estando mi verga bien apuntalada y la Supermulatona medio gimiendo sin que aún hubiera entrado en el Tunnel of Love, me tiré un sonoro pedo como los cañones de Navarone, solté un eructo como el ogro Shrek que le levantó el pelo de la nuca, me santigüé de nuevo con la mi crucecita de Caravaca, y le metí el ciruelón.

TO BE CONTINUED.

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