Blogoteca 20 Minutos

martes, 30 de julio de 2013

THE MAXILOFACIAL HISTORY. Cap. 2.



Me dejó (la enfermera) en una habitación llena de camillas ocupadas y me dijo que me tumbara en la del fondo junto a la pared. Así que eso hice. Me levanté de la silla mecánica y camino de mi camilla choqué los cinco a unos cuantos. "Hey, chaval, qué tal, soy Paco". "Bonita redecilla, señora". "Hola, campeón, qué pasa". Mi vecino, separado por una cortinilla, era un negro muy negro que me sonrió enseñándome una dentadura pianística. Me tumbé. Con mi traje barato de superhéroe y mi redecilla. Mis manos cruzadas en el regazo. Enseguida se presentó la Enfermera Boss.

- Buenos días, mmm... Chumoski. ¿No?.
- Para servirla. Me gusta su cofia.
- ¿Alguna alergia? ¿Alguna enfermedad venérea? ¿Has ido de putas últimamente? ¿Te pajeas a diario? ¿Tomas farlopa? ¿Hachís? ¿Marihuana? ¿LSD? ¿Cristalico? ¿MDMA? ¿Extasis? ¿Anestesia de caballos? ¿Viagra para ganado vacuno? ¿Bustamante o Bisbal?

No supe qué responder. Me sentí alicaído al instante. Y triste. Muy triste. De hecho, es que se me humedecieron los ojos. ¿Esta es la estampa que hago en esta vida? ¿Putero y drogainómano profesional? ¿Por qué? ¿Por las patillas? ¿Por mi fina figura? ¿Por qué? La enfermera pareció darse cuenta de mi congoja.

- No te preocupes. Es protocolo pre-operatorio.
- Júremelo.
- Por la vía que te vamos a meter ahora mismo.

ZASCA!!! EN TODA LA VENACA!!!!

Sin previo aviso. Por la mano para dentro. Aguja del 15,5. Vía instalada. Un chorrillo de sangre salió disparado cual orgasmo sorpresivo antes de que un mozuelo vestido todo de verde se afanara en taponar el pitorrillo. Manchó la pechera de la Enfermera Boss, la cual se relamió con avidez y acto seguido me hizo el gesto de silencio con el dedo en la boca. A continuación, antes de poder reaccionar, un sopor me invadió. Me puse a mirar al techo con mi vía funcionando a todo trapo.

- ¿Estás nervioso? - escuché allá a lo hondo.
- ..........
- ¿Eh? ¿Estás bien o no?
- ¿Qué?
- Que si estás bien, Paco.
- Y yo qué coño sé - creo que dije. Volví a fijar la vista en el techo.

Heidi. El Abuelo. Pedro. Pichí. Niebla. El Mono Amedio. Qué felicidad allí en el techo blanco de las montañas suizas con todos ellos y la vaca de Suchard y la família Trapp al completo que había venido de Austria para cantarnos todo su repertorio. Mono Amedio, ¿y tú qué haces aquí? Estoy hasta los huevos de dar vueltas con el niño ese, Paco. Buscando y buscando a su puta madre. Nada más que a base de cacahuetes. Voy a ver si me puedo hincar a la ovejita esa, oye. Qué grande eres Amedio. Abuelo!!! Abuelo!!! Que sube Clara!!! Joder, necesito un Brugal con Cola, ¿si o no?.

Chiss...

Esto sí que es aire puro, nen, y no lo que se respira en los vagones del Metro. Esto es una maravilla. Mira, fíjate, si hasta las caquitas del campo hablan. Como las de ARALE. Hola, Paco, hola, Paco, hola, Paco. ¿Sois mierdas parlantes, no?. SIIIIIII!!!!! Y esa es Heidi, ¿no? SIIIIIIIII!!!! Se le ven las bragas cuando se columpia. Se parece a Carmen Electra. SIIIIIIIIII!!!!

Chiss....

- ¿Qué mierda pasa?

Me giré, recuperando un poco el contacto con... ¿con qué? (¿dónde mierda está Heidi y su columpio? ¿y la vaca a topos violetas?), y vi una mano negra como la de King Kong asomando por mi cortinilla.

- Paisa. Te vendo reloj guapo - dijo una voz nasal al otro lado.

Descorrí un poco la cortinilla que me separaba de mi vecino (el negro muy negro) y me encontré de nuevo con una retahila de dientes enormes y blancos como la nieve que refulgían con la luz aséptica de la luz fluorescente del techo.

- Qué dices, joder. Me has cortado todo el rollo, hostia.
- Reloj mazo guapo, paisa. Para tí. Barato. Rolex. Yo te lo vendo. Luego me pagas.
- ¿Eh?
- Reloj guapo para mi amigo te digo. Tú confía. Te sale barato.
- ¿No te han dicho que hay que dejar todos los objetos metálicos y de valor en la taquilla?
- Si. Pero yo tengo escondite.

El negro muy negro se inclinó a un lado, sorteando su via, y se señaló el pompis, el cual, todo sea dicho, le asomaba tras la bata azul al no tenerla bien atada por la espalda. Por entre las nalgas le asomaba un trocito de correa de cuero con agujeritos y una hebillita de plata. Por el rabillo del ojo vi venir a la Enfermera Boss. Traía de nuevo la silla de ruedas.


TO BE CONTINUED.

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