Blogoteca 20 Minutos

viernes, 5 de febrero de 2010

La amargura.

- ¿Una broma? Me cago en tus muertos, bastardo de mierda. Esto es la vida real. MI-JODIDA-VIDA-REAL, CABRÓN. ¿Me entiendes?. Mi amargura, hijo de la gran puta. Y ahora..., ahora te voy a pegar un tiro en el estómago, voy a coger aquella silla de madera que ves en la esquina, me voy a sentar delante de tí, y voy a ver cómo te mueres poco a poco cabrón hijo de perra. Pero antes... - hizo un amago de sonrisa cuando le enseñó el cuchillo - Antes quiero escucharte gritar como un cerdo. Y sabe Dios que lo vas a hacer.

- Yo no he hecho nada, se lo juro, se lo prometo, por lo más sagrado, por favor, debe creerme, por favor, por el amor de Dios. Yo no he hecho nada, por favor se lo pido.

Hacía ya un rato, tras el primer golpe, el cual le rompió la nariz, que el chico no había podido evitar que su vejiga desoyera las instrucciones del ordenador central. Ahora, con los pantalones empapados, además de un terror incontrolable y espasmódico, empezaba a sentir frío.

Un año antes.
Uno ve las desgracias ajenas por televisión, desde la distancia, desde la comodidad de tu sofá, desapariciones, abusos, violaciones, muertes, horrores infinitos, y, aunque cierto grado de indignación siempre aflora (porque todavía no estás lo suficientemente abotargado), nunca puedes hacerte a la idea del dolor que sienten tus semejantes tras esa puta pantalla de mierda. Nunca. Ves lágrimas catódicas, también lamentos e impotencia, día tras día, y aún y todo nunca podrás entender bien el guión de la película. Tú crees que sí. "Pobre hombre". "Pobre mujer". Lo típico. Pero no. No, no, no, no señor. Al menos no hasta que te manden una copia a tu casa para que lo leas de cabo a rabo, memorices hasta las comas y los puntos, y entonces, y solo entonces, averigües en tus carnes dónde está el límite de tu capacidad para soportar tanto sufrimiento. O lo que es peor, averigüar que no tienes límite, que es lo que en realidad sucede.


- Vaya a casa con su mujer, por favor. Descanse, lo necesita. Déjenos hacer nuestro trabajo. Confíe. Estamos trabajando en el caso las 24 horas del día. Le prometo que vamos a encontrar al culpable.

Le cortó todos los dedos de las manos. Uno a uno y tomándose su tiempo. Sin alterarse lo más mínimo y sin importunarle un ápice los tremendos berridos que el muchacho dejaba ir a cada cercenamiento, con el cuello hinchado y los ojos vueltos hacia atrás, buscando una inconsciencia que no llegaba.
- ... que yo no he hecho nada, por favor.... Se lo suplico....
- Hijo de puta.
Le rebanó una oreja de cuajo.

Hace 1 semana.
Estaba sentado en la barra tomando una cerveza cuando apareció el contacto. Un chaval menudo y deshuesado que se abrió paso entre la chusma cojeando visiblemente de una pierna. Quizá una malformación, quizá algo congénito. ¿Y qué más da, joder?
- Mire usted, yo no quiero aparecer por ningún lado, ¿estamos?. Yo le digo esto, de buena fe, y porque me sabe fatal lo que están haciendo con usted, pero luego no quiero lío alguno.
- Dame el nombre y el domicilio, toma el dinero, y no me verás más. A no ser que abras la boca. Si abres la boca luego volveré a por tí, basura de mierda, que eso es lo que sois todos, puta basura de mierda.

- ¿Por qué hace esto...? - balbuceó el chico a duras penas, entre los pocos dientes que se mantenían en su sitio -. ¿Por qué yo? ¿Qué he hecho? Por-faaa-voooor.....
Estaba atado a un silla frente a una mesa. Sus dedos amputados, todos dispuestos delante de él, encima. Bajo la silla el charco de sangre se extendía aquí y allá por el suelo de cemento.
- ¿Cómo puedes ser tan hijo de puta aún en estos momentos? ¿Te crees que todavía puedes hacerte el listo? ¿Conmigo, cabrón?
Le rebanó la otra oreja. El chico aulló. El móvil del hombre empezó a sonar.

Hace 6 meses.
- Te vas a acordar de mí, so payaso - el muchacho se retiraba cojeando por la acera, ayudándose de la pared. Había recibido una buena tunda a manos de un listillo que le sacaba cabeza y media y buena parte de anchura corporal. Tenía todas las de perder.
- Cállate la boca no sea que todavía te tengas que ir pa tu casa en silla de ruedas, tontolaba - le amenazó el listillo con el dedo.
- Te vas a acordar, hijo de puta. Dame lo que me debes que te vas a meter en un lío, gilipollas.
- Lárgate, so mierda, que te meto otra vez.

Le pegó un tiro en el estómago. Pero no a bocajarro sino desde cierta distancia. Quería verlo sufrir. Quería verlo llorar. Quería verlo humillado, despojado de humanidad. Quería verlo como las ratas. Abandonado a su suerte, impotente, incapaz. Quería verlo convertido en una miseria. Quería que se supiera víctima indefensa. Como su hija. El chaval se dobló sobre la silla todo lo alto que era y el hombre entonces le desató y lo dejó caer sobre su propia sangre y orina. Asomaba la tripa por el orificio. Pero el correctivo había sido ciertamente excesivo y a estas alturas el chico, a pesar de su corpulencia, no pudo soportar más inclemencias y tras un par de minutos de estertores y gruñidos y la consabida relajación de esfínter, murió.

Cogió finalmente el teléfono. Lo abrió.
- Miguel!!!
- Dime, cariño.
- Que lo han cogido, Miguel!!. Lo han cogido hace 10 minutos en la puerta de su casa. Me ha dicho el Inspector que tienen el ADN, que ha dado positivo y que la fiabilidad es del 99%. Que no hay defensa para eso. Es él. Lo llevan ya al calabozo. Que hasta que no han tenido la absoluta seguridad con los resultados en la mano no han decidido actuar. Que sí, que esta vez sí, que no tiene escapatoria alguna, Miguel. Que ya lo tienen.

2 comentarios:

Chiwina dijo...

Excelente como siempre! seguiré tu blog de cerca! me alegro mucho que te hayas decidido... un abrazo!

Chumoski dijo...

Gracias, Mia.
(wow!!! una fan!!!)